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"DEJAR EL MUNDO ATRÁS", DOLORES DE LA PANDEMIA

Crítica cinematográfica Por Gisela Colombo CINE

"Dejar el mundo atrás" es una película de ciencia ficción basada en el libro del mismo nombre que pertenece a un autor estadounidense Rumaan Alam. El texto fue escrito durante la pandemia, ese fue uno de los disparadores de los conflictos que desata el relato.

Sam Esmail fue el creador de la puesta en escena y autor del guion. Supo adaptar con tino la obra literaria, además de dirigirla. Mientras que correspondió a Lisa Roberts Gillan y Julia Roberts la labor de producción.

Varias compañías compitieron por los derechos a filmar una novela interesante. La partida acabó ganándola esta productora, que no es un monstruo de la industria sino una asociación que fue acopiando los recursos para realizarla. Lo que impactó a la opinión pública fue el bajo costo del proyecto, a pesar de sumar una serie de actuaciones de primer nivel: Julia Roberts (Amanda Sanford), Ethan Hawke, Kevin Bacon y Mahershala Ali. Aunque lo más llamativo no trascendió lo que debiera: dentro de los productores no sólo está la misma Julia Roberts, también figura Barack Obama.

El film narra unas vacaciones programadas por Amanda. Clay (su esposo) y los hijos de ambos habrán de ir con ellos también. Archie, un varón adolescente y su hermana menor, llamada Rose parten para descansar unos días. La familia alquila una casa lujosa en Long Island. Y durante la primera jornada notan que no funcionan los celulares, no tienen acceso a internet ni pueden recibir señal de la televisión. Ese mismo día la familia se instala en un balneario para pasar la tarde, pero en cambio, tendrá que retirarse por una emergencia. Los cuatro y una gran cantidad de gente presente se hacen testigos de un hecho increíble: un buque de dimensiones avanza sin freno hacia la playa con una inexorabilidad que impresiona. Continúa, en la inercia, aun cuando no hay más agua. El temor se instala en la historia desde entonces.

El extrañamiento no cede porque durante las últimas horas de la noche se presentan dos personas. Un padre y su hija joven, que se identifican como los dueños de la casa, piden refugio a cambio de devolverles a los inquilinos mil dólares del pago.

¿El motivo? Precisamente esta pregunta es la que sostiene el suspenso y motoriza la historia.

Pronto se irán acumulando fenómenos inexplicables, como la invasión de animales salvajes en zonas habitadas por el hombre. En este caso, renos y flamencos. Ciertos efectos inicialmente invisibles provocan daños en la salud de los personajes, que ellos relacionan con la radiación. Aviones que se despistan, barcos que pierden el rumbo, autos que se atraen como si fueran metales al imán y se destruyen mutuamente... Bloqueos en las carreteras.

Todo coronado con una especie de lluvia de volantes arrojadas desde una avioneta donde se lee una amenaza en algún alfabeto oriental. En un momento, del Lejano Oriente, en otro, de Medio Oriente.

El resultado es una ficción futurista y distópica que remite a los dolores e incomodidades de la pandemia y esa larga cuarentena del 2020, pero también es una aguda crítica social a la vida moderna con sus dependencias. Sondea el adormecimiento de los hombres y la falta de aptitudes a que lleva la tecnología, pero también la posibilidad de estar siendo manipulados masivamente por un grupo de poder reducido que ha sabido desconectarnos del deseo y los apetitos genuinos, en fin, de la identidad.

Lo alentador de la obra está puesto en la obsesión de la hija menor por "Friends", una serie ya clásica que ha hecho todos los récords de espectadores durante varias temporadas. Al comenzar el relato, Rose desea con desesperación ver el final de una de las temporadas. La imposibilidad de lograrlo se convierte en una de las formas de la ansiedad que se hace también pandémica. Y su búsqueda es el motor endeble de quien lo pierde todo, pero es capaz de ser feliz si logra sumergirse en la fantasía que vende la pujante industria del entretenimiento.

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