Multitudinario festejo de Estudiantes de La Plata por la consagración en Santiago
Miles de hinchas se concentraron en la plaza Moreno para compartir con los jugadores y cuerpo técnico de otro momento especial y a pura alegría.
Estudiantes de La Plata, flamante campeón de la Copa de la Liga Profesional de Fútbol, siguió ayer con los festejos por la obtención del título y lo hizo a través de una multitudinaria convocatoria en la plaza Moreno de la ciudad de las diagonales.
"Dale campeóooon, dale campeóooon", cantaban los jugadores (muchos teñidos de rojo y blanco como Ascacibar y Cetré) y cantan los hinchas. No importa que la lluvia sea cada vez más intensa. No importa que todo el mundo esté empapado. Nada importa. Sola esta Copa. Esta alegría.
"Todo esto conmueve, emociona", les cuenta a los periodistas Javier Correa, uno de los protagonistas del título y de esta celebración que estaba pautada para las 19.30 y arrancó casi una hora después con la llegada de los jugadores desde la concentración.
"Olé, olé, olé, Sosaaa, sosaaa", canta la gente, pidiendo por el capitán. "Les quiero pedir que levantemos la Copa todos juntos. Queremos levantarla con ustedes", dice Sosa desde el balcón, a una plaza que estalla. Una plaza que es epicentro de los festejos pinchas desde aquella celebración del campeón de la Libertadores 2009 con Sabella.
"Esto es una felicidad enorme, muchos estamos en el club desde los diez años", cuenta, ante los micrófonos, Gastón Benedetti, de 23 años, uno de los productos de esta escuela pincharrata, de esta familia pincha.
"Sufrimos mucho para esto. Los penales fueron durísimos. A mí me tocó errar, encima. Te juro, me quería morir. Pero por suerte apareció Mati Mansilla que se atajó todo", cuenta Eros Mancuso, autor del golazo del 1-0.
"Esto no se compara con nada. Todavía no caí. Cuando salís campeón en un club que tanto querés, cuesta caer. Con el tiempo se irá tomando conciencia", dice Guido Carrillo, otro de los referentes de este plantel formado por jugadores de mil batallas sobre el lomo.
Y, justamente, en la plaza suena el "olé , olé, olé. Enzooo, Enzooo". Pero Enzo no habla. No importa. Su impronta está. Se sintió a cada momento en este título. En Estudiantes, recuperó la sonrisa. Es cierto que la seriedad, hasta su modo áspero (incluso para jugar) es un sello que lo distingue, es su forma de ser, pero la realidad es que en el Pincha volvió a tener eso que le venía faltando en River, donde a partir del quiebre con Demichelis transitó sus últimos tiempos con cierta incomodidad.
"Iba, se entrenaba y volvía a su casa. Ahora es diferente, es otro", cuentan quienes más lo conocen.
En el día a día, es el primero en llegar, en tomar mates con los utileros y en quedarse más tiempo disfrutando acaso de la etapa final de su carrera, más allá de la vigencia que demostró en este tiempo.
"EnzoPé" levantó la vara alta del equipo. Algo parecido a lo que pasó con la Brujita Verón en el 2006, cuando volvió de Europa y, con sus formas y su altísima exigencia en el día a día, llevó a Estudiantes a ganar un título. Pues bien, el mendocino (que tuvo a la Bruja justamente de referente a su llegada al club), también transmitió desde el inicio que no había vuelto al club sólo a recuperar "cariño", sino a seguir ganando.
En ese camino, Enzo entendió cómo transmitirle su impronta al equipo. Sobre todo, a los pibes.