Política

"El Gobierno ya sabe que sin acuerdos y sin ceder, no logra nada, en eso no hay ninguna duda"

"Hay cierto más pragmatismo para admitir la necesidad de llegar a acuerdos, lo cual no quiere decir que lo haga fácil o que el gobierno abra un escenario previsible en la negociación".

El analista político Sergio Berensztein mantuvo un diálogo con EL LIBERAL en el que se refirió al escenario actual y a la relación entre el Gobierno nacional con los gobernadores, la oposición y también a la búsqueda de determinados consensos para el Pacto de Mayo, una iniciativa que presentó en la apertura de las sesiones del Congreso este año.

También, analizó las formas en las que el Gobierno lleva o busca llevar adelante negociaciones en pos de determinados objetivos que le aportan a su plan de gobierno. Abordó además cómo se presenta la oposición y las limitaciones que tienen algunos referentes provinciales para confrontar en forma directa con el Presidente.

Queda poco más de un mes para el Pacto de Mayo, pero da la sensación que aún hay demasiados temas a tratar para que el nuevo paquete de medidas que se envía al Congreso sea aprobado. ¿Cuál es tu opinión?

Creo que quedan en la práctica 7 semanas para debatir y llegar a acuerdos con el Pacto de Mayo. Me consta que el Gobierno está reviendo las cosas que propuso originalmente el Presidente en el discurso de la apertura de sesiones ordinarias el 1 de mayo ante la Asamblea Legislativa. Desde adentro del Gobierno señalan que lo están repensando. Hay como cierta flexibilidad para incorporar cosas que pidan los gobernadores y otros bloques del Congreso. El propio Francos admitió que le gustaría ver a los representantes de la sociedad civil, a una Argentina representada en ese evento. No sabemos cuál sería en principio la convocatoria, pero me parece que hay que mirar esto como algo simbólico, no como que van a estar todas las cosas resueltas el 25 de mayo ni mucho menos. Algunas estarán avanzadas, otras acordadas y algunas, tal vez, ni siquiera se plantean del todo. Pero creo que aún hay una convicción que en principio se puede llegar a algún tipo de acuerdo. No soy pesimista. Veo que hay cierta voluntad, por supuesto hay fricciones, el gobierno toma decisiones discrecionales, corta fondos, lo que hizo con el Transporte, por ejemplo, no es menor, lo mismo con las cajas de jubilaciones provinciales, pero forma parte de este estilo y de una negociación compleja.

En este segundo trimestre, el presidente Milei ¿tendrá la necesidad de abrir más el diálogo con gobernadores y otras fuerzas políticas para avanzar en sus planes?

Creo que el diálogo o la dinámica de interacción ya cambió después del primer resbalón o frustración con la Ley Bases. Hay un gobierno más probablemente consciente de sus limitaciones y de la necesidad de encarar diálogos fructíferos. Eso no quiere decir que cada tanto lance algo discrecional, con las provincias siendo víctimas de más achique de gastos y con una sensación de falta de justicia, sobre todo porque se sigue financiando o privilegiando más al Amba, por ejemplo con los subsidios al transporte. Pero que el gobierno ya sabe que sin acuerdos y sin ceder no logra nada, eso no hay ninguna duda. Y también el Presidente y su equipo son muy conscientes que no pueden utilizar los recursos discrecionales del Poder Ejecutivo, como los DNU por ejemplo, y ya esa cosa medio infantil de amenazar con cerrar el Congreso, eso ya pasó. Nadie lo toma en serio ni piensa que es un escenario de ninguna probabilidad.

Hay cierto más pragmatismo para admitir la necesidad de llegar a acuerdos, lo cual no quiere decir que lo haga fácil o que el gobierno sea un actor unitario que abra un escenario previsible en la negociación. Sigue habiendo diferentes ventanas, muchas veces estrategias contradictorias, uno que llama a negociar, el otro que rompe la negociación. Cuando el Presidente deja que eso ocurra debajo de él, él sigue siendo una figura poco accesible. Javier Milei manda al jefe de Gabinete, al ministro del Interior o a Caputo a hablar con los gobernadores y él se mantiene siempre relativamente alejado, como delegando la administración de muchos asuntos.

La baja en la edad de imputabilidad, un arma de doble filo para el Gobierno

¿Cómo puede influir este proyecto de baja en la edad de imputabilidad que impulsa el Gobierno? 

El Presidente tiene estos dos focos, inflación/economía e inseguridad y lucha contra el narco, que es lo más importante en términos de definir las prioridades de la gestión. Este proyecto de bajar la edad de imputabilidad no es nuevo. Nadie puede sorprenderse que el Presidente lo envíe y como esto choca con el tipo de narrativa y prioridades del kirchnerismo, ahí puede capitalizar algo.

¿Puede realmente solucionar los problemas de fondo? 

Nadie que conozca de cuestiones de criminalidad compleja como los de Rosario, nadie, va a argumentar diciendo que solo bajando la edad de imputabilidad se va a lograr una reversión de la violencia y criminalidad que se ve en esa provincia. Más bien todo lo contrario. Todo el mundo habla de soluciones integrales: de mirar a la minoridad de manera holística, entender que sin mejoras económicas, ni de infraestructura, sin la presencia contundente y positiva del Estado sobre todo en los barrios más marginales, es imposible revertir ni siquiera parcialmente la situación. El riesgo para el gobierno es que se apruebe esta ley y no cambie la situación estructural. Ahora y ojalá ocurra, si mejora la economía, si hay una presencia en materia de seguridad, en políticas como educación, salud, contención social, ahí seguramente vamos a ver logros. Pero esto no se va a ver en el corto y mediano plazo. Más bien en el mediano y largo plazo, sobre todo después de una decadencia tan larga como la que vivió el país. Es un arma de doble filo. Le puede dar al gobierno visibilidad en un tema sensible, pero al mismo tiempo puede quedar demostrado más temprano que tarde que, en sí mismo, ese esquema más punitivo, no resuelve nada si se toma en forma aislada.

Gobernar con el DNU 70, el respaldo popular y la fragmentación opositora

Hasta ahora Milei gobierna apoyado en el DNU 70 y en el respaldo popular, pero ¿eso puede ceder a medida que la recesión siga impactando en la economía de la gente?

El gobierno, efectivamente, se planta en el decreto y en la popularidad relativa del Presidente, que sigue siendo significativa, aunque bajó un poquitito. Pero, sobre todo, el mayor impulso que tiene es gracias a la desarticulación, a la fragmentación, al desprestigio y a las propias necesidades de los líderes opositores con, incluso, la situación relativamente nueva de que todos aquellos que aspiran a confrontar con Milei, en el peronismo, en el no peronismo, son gobernadores. Entonces eso acota bastante el margen de maniobra de cada uno de ellos. ¿Cómo hace Kicillof para romper con el gobierno nacional y no tener serios problemas de gobernabilidad? 

Lo mismo le pasa a Llaryora. Entonces, no hay mucho espacio para oposiciones irresponsables en un contexto de estas características. Me parece que eso permite entender el porqué, por ejemplo, uno puede tener un Lousteau tomando más distancia. Porque él no está administrando nada. Uno puede decir que la UCR tiene el control de algunas universidades que son como provincias, y es cierto. Pero no es lo mismo. Entonces, hay ahí una situación donde el espacio para desplegar las estrategias del gobierno se presenta facilitado por el hecho que no hay candidatos fuertes a confrontar política o electoralmente con el Presidente que no tengan responsabilidades ejecutivas. Y cuando aparecerían algunos, son responsables y, por ideología o por convicción, prefieren apostar a la gobernabilidad, a la cooperación y no a la confrontación como el caso de Miguel Piccheto o hasta el propio Macri, que podría potencialmente convertirse en un nuevo candidato a presidente. Pero se ve a sí mismo como un eventual aliado o socio del Presidente y si no cerrara el acuerdo no es por Macri, es por el gobierno que le va corriendo la cancha. El apoyo popular puede caer, pero en la medida que nadie lo capitalice, como es lo que está ocurriendo ahora, Milei tiene un margen de maniobra relativamente bastante amplio.

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