La inversión en investigación y desarrollo: ¿un problema para la economía argentina?
Por Jorge B. Aquino OPINIÓN
El presidente Javier Milei suele afirmar que el 58% de los votantes le dio su parecer favorable para aplicar todo lo que propuso en su plataforma y en su campaña electoral: pero esa afirmación es errónea. Muchos lo han elegido porque lo consideraron la mejor opción frente a la otra posible, y en eso seguramente influyeron muchas razones. En un país actualmente pobre como el nuestro, estoy de acuerdo con que es positivo que la economía se transparente y con que se gaste menos de lo que uno tiene en nuestro contexto actual de país con problemas económicos serios: eso supone tener en cuenta muchas variables y opciones. Pero de ninguna manera se debería hipotecar nuestro desarrollo futuro.
Los países del mundo de alto y mediano PBI per cápita saben que la inversión en investigación + desarrollo (I+D) es necesaria. En la mayoría de esos países la inversión de privados y fundaciones en proyectos de investigación es importante, pero la del Estado es tanto o más cuantiosa que la de los privados. Esos estados invierten en investigación entre el 2 y el 4% de su PBI, según informaciones del Banco Mundial. Israel llega a aplicar casi un 6% de su PBI a la producción de nuevos conocimientos. La importancia de la investigación es crucial, porque de allí se derivan las invenciones y patentes que dan regalías y este es un factor clave en el desarrollo de los países, como bien ilustra Andrés Oppenheimer en su libro "¡Crear o morir!".
En países cuyos estados invierten en I+D los estudiantes se forman en un ambiente enriquecedor dentro de sus universidades, lo que promueve su deseo de aportar nuevo conocimiento para el crecimiento del país. Estoy de acuerdo con que hay investigaciones que son más prioritarias que otras, pero es también cierto que varias de las que parecerían menos relevantes suelen ser claves para el desarrollo de la cultura, lo que con frecuencia ayuda al desarrollo humano y repercute en la innovación y desarrollo científico y tecnológico. Seguramente hubo desaciertos en algunas decisiones que se tomaron en el CONICET, lo que podría ir corrigiéndose: personalmente, me enorgullezco en formar parte de esta prestigiosa institución que tanto ha hecho con tan poco dinero invertido en ella -como se verá a continuación-.
Cuál es la situación de la inversión en investigación en la Argentina: el Estado invierte el 0,52% del PBI. Una cifra magra. La pregunta surge de modo inmediato: ¿y qué pasará si se ajusta aún más esta inversión, como parece ser el programa del actual gobierno? Habremos renunciado a desarrollar nuestra capacidad académica, de invención y de desarrollo. Toda la investigación se concentrará en unas pocas áreas, las que sean interesantes quizá para algunas empresas, y se empobrecerá nuestra cultura y capacidad de dar respuesta a los tantísimos problemas sociales, tecnológicos y en salud. La decadencia del desarrollo de la investigación en nuestro país hará que muchos investigadores formados y con capacidad de aportar grandes cosas a la ciencia, renuncien a seguir investigando. Otros realizarán aportes y ayudarán al enriquecimiento de otros países, porque no fueron valorados en la Argentina como nos convenía. Quizá la mayor parte de los científicos no podrán reformarse para intentar conseguir fondos privados (cuyas fuentes son extremadamente limitadas). Si seguimos el plan de recortar en la inversión estatal para la I+D, este gobierno será culpable de haber logrado destruir la capacidad innovadora de nuestros científicos, que es reconocida a nivel mundial por su calidad y se hipotecará el futuro desarrollo académico de nuestra nación. Seremos un ejemplo más de un país que supo desaprovechar sus oportunidades para crecer.
El Presidente dice que quiere privatizar el CONICET y se quiere reducir drásticamente la fuente de dinero para becarios y subsidios que reciben nuestros investigadores. Pero en nuestro país tenemos una muy pobre cultura por parte de entidades privadas de invertir en investigación y esa inversión es magra. Y las instituciones en el exterior financian principalmente a proyectos de su comunidad y no a la ciencia en Argentina. Además, la gran mayoría de los investigadores carecen de conocimiento, recursos y personal capacitado como para conseguir fondos de entidades privadas en el exterior. Y ni siquiera se fomenta la inversión en I+D por parte de empresas argentinas mediante políticas de mayor quita de impuestos, principalmente aplicadas a ese rubro.
Sugiero que el Presidente solo analice aplicar eventualmente algunos de los cambios que se propone, de desaliento de la I+D, una vez que se haya podido desarrollar la capacidad en los privados de invertir en los diversos campos y disciplinas de investigación, tanto básica como aplicada y en humanidades, de forma tal que muchísimos investigadores puedan lograr financiarse. Mientras eso no se dé, será una quimera decir que el privado podrá suplantar al Estado, cosa que además no sucede en ningún país desarrollado del mundo. En Davos, el Sr. Presidente afirmó que el crecimiento del PBI en el mundo occidental se aceleró, pero no se preguntó a qué se debe esa tendencia y en qué medida ello es debido a la generación de patentes que permite el desarrollo de las empresas. Los estudios coinciden en que a nivel mundial el índice de PBI per cápita se correlaciona con el porcentaje del PBI dedicado a I+D y con el número de investigadores.
En el CONICET los investigadores una vez más vemos que se nos quiere descartar. En el contexto actual y con el mensaje que el Gobierno está dando, nuestros becarios no quieren seguir en investigación y eso que ya nos costaba conseguir candidatos para realizar el Doctorado o un Postdoctorado (algo que también sucede en otros lugares del mundo). Tenemos el presupuesto congelado y un futuro incierto y negro: en esa situación nuestros salarios seguirán siendo magros y se reducirán, cada vez más, por inflación. Además, los pocos fondos con que contamos para investigar (que ya eran pobrísimos) se verán muy afectados y nuestra capacidad de tomar becarios será mucho más limitada.
El panorama es verdaderamente desalentador. La materia gris de nuestros investigadores, que tanto nos prestigia a nivel mundial, será desaprovechada. No se lograrán tantos nuevos grandes hitos por parte de argentinos, como los de nuestros prestigiosos premios Nobel. Ojalá que el Presidente quiera al menos considerar la posibilidad de convocar un plebiscito para que el pueblo pueda decidir si quiere o no que se avance con el empobrecimiento científico argentino. Nadie tiene la bola de cristal y un error en este momento puede resultar catastrófico para nuestro país: ¡cómo me duele mi Argentina!