Interior

Miles de devotos expresaron su fe en San Esteban en la histórica casita de Sumamao 

Los promesantes de San Esteban cumplieron con los ritos que año tras año ofrecen a su patrono. INTERIOR

SUMAMAO, Silípica por corresponsalía Loreto (C). Nuevamente, Sumamao fue el centro de una de las expresiones de religiosidad popular más importante que tiene esta provincia, mediante la cual miles de personas veneran al primer mártir de la iglesia católica, las tradicionales vivas a caballo, la carrera de los indios y la particular procesión que se realiza entre los arcos cargados de golosinas, rosquillas y otras confituras se realizaron ayer en el corazón del paraje silipiqueño.

 Apenas comienza a despedirse el día de navidad y las últimas luces del sol iluminan el camino que lleva a Sumamao, este se puebla de peregrinos, algunos corren, otros caminan, pero todos tienen el mismo destino llegar hasta la casa donde se encuentra la pequeña imagen de San Esteban que llegó hasta el lugar luego de peregrinar tres días por el camino de la costa.

Comienza a amanecer en Sumamao y la visión que muestran las primeras luces es sorprendente, una interminable cola de personas que superan los mil metros, que luego de caminar esperan más de dos horas para tomar gracias en la pequeña imagen, sus rostros se ven agotados: "Yo vengo todos los años acompañado con mi familia, no importa el clima, si llueve o si hace cincuenta grados estamos presentes para cumplir mi promesa", testimonia don Néstor Días.

Mientras que en un ciclo interminable las bombas y las gruesas de cohetes se intercalan una y otra vez, el aire huele a pólvora, por el sistema de audio, un animador da cuenta de la presencia de músicos y celebridades, mientras que en el lugar donde tradicionalmente se realizan las vivas, se comienzan a colocar los arcos (grandes ramas de quebracho blanco, plantados allí previamente por los promesantes que han nombrado al santo protector): de estos cuelgan golosinas, serpentinas, globos, papeles multicolores, los que serán el centro de la disputa de los alféreces (jinetes) en la última corrida.

El pegadizo ritmo contagioso de la marchita de San Esteban invita a golpear las palmas o los pies contra el piso, los promesantes montan y pasan entre los arcos y luego de superar el último, salen a todo galope hacia el público que les arrojan caramelos y otras golosinas.

Según los testimonios algunas cosas cambiaron, pero, esencialmente es lo mismo. Antes, en los arcos solo se colocaban papeles de colores, roscas, empanadillas, rosquetes, bolsitas con algarrobas y mistol, "esas ichas que son ofrendas, son cosas santas porque fueron ofrecidas y bendecidas por el santo", indicó Néstor Días. 

Cuando los músicos se retiran del predio es la señal de que se está por producir la última carrera, los auxiliares, piden que se retiren lo más que se pueda, a la vez que informan que las vivas serán muy riesgosas, las gruesas de cuetes estallan entre los vasos de los caballos, y decena de estos salen en una alocada carrera y a la señal del síndico que porta una bandera argentina, jinetes y promesantes se lanzan en medio de un caos sobre los arcos para arrancar las ichas.

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