Finlay, entre los grandes hitos de la medicina
Dr. Carlos I. Scaglione. Docente de la Unse ESPECIAL PARA EL LIBERAL
Imhotep, un erudito egipcio, es considerado por muchos como el primer médico de la historia. Vivió en el antiguo Egipto entre el 2690 y el 2610 a.c. y fue una persona importante, ocupando los cargos de sumo sacerdote de Heliópolis y Chatis del faraón. Además de médico, Imhotep era arquitecto, poeta y astrónomo. Aunque Hipócrates es considerado por muchos como el padre de la medicina, en realidad no es el primer médico de la historia (aunque su contribución es innegable). Imhotep y la medicina egipcia iniciada por él fue la primera en analizar la enfermedad desde un punto de vista racional, renunciando a explicaciones mitológicas.
En el devenir de las grandes figuras médicas de la historia ya en el siglo XIX en nuestra América aparece Carlos Juan Finlay y Barrés citado generalmente como Carlos J. Finlay, médico y científico cubano, nace un 3 de diciembre de 1833 (Puerto Príncipe, actual Camagüey.)
Hijo de un médico inglés residente en Cuba que había luchado junto con Simón Bolívar y de madre española, nació en 1833 en la Capitanía General de Cuba, cuando Cuba formaba parte del reino de España. Sus años infantiles los vivió tanto en La Habana como en el cafetal de su padre en la zona de Alquizar.
A la edad de once años, en 1844, lo enviaron a estudiar a Le Habré, en Francia, y regresó a Cuba dos años más tarde, porque contrajo una enfermedad. Retornó a Francia en 1848 para completar su educación. Después de un período de dos años en Londres, ingresó en el liceo de Ruan, donde permaneció hasta 1851, cuando regresó a Cuba, convaleciente de un ataque de fiebre tifoidea. Él cambiaría el orden de sus nombres a Carlos Juan más tarde.
La Universidad de La Habana no quiso reconocer sus grados académicos europeos, y por ello se inscribió en el Jefferson Medical College en Philadelfia, Pensilvania. Allí Finlay conoció a John Kearsley Mitchell, quien le propuso la teoría del germen teórico de la enfermedad. Su hijo, Silas Weir Mitchell, fue quien supervisaba sus estudios. Se graduó del Jefferson Medical College en 1855. Regresó a La Habana y empezó a realizar prácticas de oftalmología en 1857, y estudió en París de 1860 a 1861. En octubre de 1865 se casó con Adela Shine, nativa de la Isla de Trinidad. Tuvieron tres hijos: Charles, George y Frank.
Finlay trabajó durante la década de 1870 y llegó finalmente la prominencia en 1900. Fue el primero en 1881 en proponer la teoría del mosquito como un transmisor, ahora conocido como un vector de la enfermedad, el organismo causante de la fiebre amarilla. El mosquito que picaba a una persona enferma podría picar posteriormente a una persona sana e infectarla.
Presentó su teoría el 18 de febrero de 1881 en la International Sanitary Conference, donde no fue bien recibida su propuesta, la cual fue vista con desdén, incredulidad y burla. Un año más tarde Finlay identificó al mosquito del género Aedes como el organismo transmisor de la fiebre amarilla. Su teoría fue seguida por las recomendaciones de control en la población del mosquito y fue así como pudo controlarse la diseminación de la enfermedad.
Su hipótesis y sus pruebas exhaustivas fueron confirmadas cerca de 20 años después, por la Walter Reed Commission de 1900. Finlay llegó a ser titular de la oficina de salud de Cuba de 1902 a 1909.
En las palabras del general Leonard Wood, un médico militar estadounidense, gobernador de Cuba en 1900: «La confirmación del Dr. Finlay es considerada como el paso adelante efectuado en la ciencia médica desde el descubrimiento de Jenner para la vacunación (contra la viruela)».
Este descubrimiento ayudó al Dr. William C. Gorgas a reducir la incidencia y prevalencia de la enfermedad transmitida por el mosquito en panamá durante la campaña americana de la construcción del canal de Panamá. Antes de esto, cerca del 10% de la fuerza de trabajo moría cada año de la malaria y la fiebre amarilla.
Con los medios aportados por la comisión mixta hispano-estadounidense, fue capaz de identificar al mosquito Aedes Aegyptis como el vector epidemiológico de la enfermedad. sus estudios lo llevaron a entender que era la hembra fecundada de esta especie la que transmitía la fiebre amarilla.
En junio de 1881, realizó experimentos con voluntarios y no solo comprobó su hipótesis, sino que descubrió también que el individuo picado una vez por un mosquito infectado, quedaba inmunizado contra futuros ataques de la enfermedad. De ahí nació el suero contra la fiebre amarilla. El 14 de agosto de ese mismo año presentó ante la real Academia de Ciencias Físicas y Naturales de La Habana su trabajo de investigación. Gracias a sus recomendaciones acerca del control del mosquito, pudo controlarse la diseminación de la enfermedad.
Por más de 20 años los postulados de Finlay fueron ignorados. Solamente después de terminada la guerra hispano-estadounidense, cuando el general Leonard Wood, gobernador de Cuba, pidió que se probara la teoría de Finlay, se volvieron a revisar sus trabajos de investigación, así como los experimentos que había realizado.
Mientras tanto, el doctor William Crawford Gorgas, médico militar que había tratado, sin conseguirlo, de erradicar la fiebre amarilla en Santiago de Cuba, fue nombrado jefe superior de sanidad en La Habana en diciembre de 1898. A iniciativa de Finlay, creó una Comisión Cubana de la Fiebre Amarilla que, siguiendo las indicaciones del médico cubano, combatió al mosquito y aisló a los enfermos. En solo siete meses había desaparecido la enfermedad de Cuba.
El doctor Gorgas fue enviado finalmente a sanear el istmo de Panamá a fin de poder completar la construcción del canal; allí aplicó los mismos principios indicados por el doctor Finlay, lo cual permitió sin duda terminar con éxito esa gran obra de ingeniería. Una placa en el propio Canal de Panamá reconoce la contribución del doctor Carlos J. Finlay en el éxito de esta magna obra. El 15 de agosto de 1914 pasó el primer barco del océano Atlántico al océano Pacífico a través del canal.
La Confederacion Médica Panamericana decidió celebrar el 3 de diciembre como Día del Médico en varios países de América, en memoria del doctor Finlay.
Cuando los médicos estudiamos la gesta de los precursores y trascendentes sentimos la obligación de equilibrar la ciencia con el arte, la sabiduría con la palabra, el conocimiento con el amor.