Opinión

Los riesgos que esconde el acuerdo del swap con China

Por Agustín Barletti

Impone cláusulas que impiden conocer con claridad montos y condiciones específicas de los acuerdos, y siempre se asegura ser el primer acreedor en cobrar. Así es China, el prestamista de emergencia que va al rescate de los países en problemas financieros, pero arronjándoles un salvavidas de plomo.

Del análisis de 100 contratos firmados desde 2014 por el Banco de Exportación e Importación y el Banco de Desarrollo de China con 24 países, incluidos Argentina, Ecuador y Venezuela, 38 contienen cláusulas de confidencialidad de gran alcance que dificultan a otros acreedores determinar la verdadera posición financiera del prestatario.

Esto surge de un infirme elaborado por AidData, laboratorio de investigación perteneciente al College of William & Mary en Estados Unidos, junto con el Center for Global Development, el Kiel Institute for the World Economy y el Peterson Institute for International Economics.

"Los ciudadanos de los países prestamistas y prestatarios no pueden responsabilizar a sus gobiernos por las deudas secretas", anotaron los investigadores.

Se señalaron entre otras, cláusulas de incumplimiento cruzado provocadas por cualquier acción considerada adversa a los intereses de "una entidad de la República Popular China". Otras dan derecho al prestamista a un reembolso inmediato si se terminaban las relaciones diplomáticas de un país deudor con China.

Casi un tercio de los contratos estudiados exigían que los países prestatarios mantuvieran saldos de efectivo significativos en cuentas bancarias o de garantía. Estos acuerdos informales de garantía colocan a los prestamistas chinos al frente de la línea de pago, ya que los bancos pueden simplemente echar mano de las cuentas de sus prestatarios para cobrar las deudas impagas.

Una clausula muy común es la denominada "No Club de París" que prohíbe a los países reestructurar los préstamos chinos en igualdad de condiciones y en coordinación con otros acreedores. Y difícilmente falte la que permite "potencialmente a los prestamistas influir en las políticas internas y externas de los deudores".

La República Popular pisó el acelerador hace una década, cuando lanzó el mega proyecto del Cinturón y la Ruta de la Seda, con desembolsos equivalentes a dos planes Marshall de la época, para obtener suministros de minerales cruciales, ganar aliados y rentabilizar sus tenencias en dólares. Lo primero que llamó la atención fue que el 60% de los países que forman parte de esta iniciativa tienen una calificación crediticia internacional de "basura" o no tienen calificación alguna.

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Como estos países fuertemente endeudados quedaban expuestos ante las agencias de calificación crediticia, Pekín encontró una fórmula de escape a través de empresas fantasmas. Esto posibilitaba a las naciones fuertemente endeudadas evitar incluir esa nueva deuda en sus cuentas: aunque los préstamos tuvieran respaldo del gobierno, nadie se enteraría.

Un caso emblemático se produjo en Zambia, que recibió un desembolso de USD 1.500 millones de dos bancos chinos a una empresa fantasma para construir una gigantesca represa hidroeléctrica que durante años no apareció en el presupuesto.

En Indonesia, préstamos de China por USD 4.000 millones para construir un ferrocarril no aparecieron en las cuentas públicas durante años. La mentira se destapó tiempo después cuando, con un déficit de USD 1.500 millones, el gobierno indonesio se vio obligado en dos ocasiones a rescatar el ferrocarril.

No es sencillo seguir la huella de dejan estas operaciones porque en contadas oportunidades los préstamos adoptan la forma de gobierno a gobierno. En la mayor éstos provienen de entidades o empresas controladas por Pekín.

Sin embargo, en 2022, al cabo de un decenio de investigaciones, AidData recabó suficiente información para asegurar que había al menos USD 385.000 millones en deuda china oculta o mal reportada en 88 países, muchos de los cuales se encontraban en una situación mucho más grave de lo que se creía.

Otra conclusión del informe destacó que muchos préstamos chinos iban a países gobernados por políticos poderosos y frecuentemente poco antes de elecciones clave. Algunas de las obras de infraestructura tenían poco sentido desde el punto de vista económico y estaban llenas de problemas.

La estrategia oculta de los swaps

Un nuevo tipo de préstamo oculto al que recurre Pekín se esconde en los cambios de moneda extranjera, llamados swaps. Éstos permiten a los países tomar en préstamo dinero de uso generalizado como el dólar para compensar una escasez momentánea de reservas en monedas extranjeras. Sus fines son de liquidez y duran pocos meses.

Pero los swaps chinos parodian préstamos y cobran tasas de interés superiores a lo habitual. Y sobre todas las cosas, no figuran en la contabilidad como préstamos que se sumarían a la carga de la deuda de un país.

Luego de su última gira, el convenio firmado por Sergio Massa, del cual se conocieron pocos detalles concretos, señala que Argentina cuenta con un swap de monedas con China por 130.000 millones de yuanes, lo que equivale a unos USD 19.000 millones, o sea el 60% de las actuales reservas brutas en poder del Banco Central.

Cabe preguntarse a qué costo viene esta ayuda china, porque a los altos intereses financieros, se suma la "letra chica" incorporada en cláusulas que China siempre impone en este tipo de convenios.

No es de extrañarse que entren en juego instalaciones, recursos naturales, cesiones de soberanía como la base espacial china en Neuquén o votos favorables a Pekín en la ONU. Si algo hay que tener en claro es que China siempre cobra, y con creces.

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