¿Te debe importar el que dirán? Vamos por partes
POR FRANCISCO VIOLA - PSICÓLOGO ESPECIAL DE EL LIBERAL
A mucha gente le gusta decir que no les importa "el qué dirán". -Lo plantean como una posición asumida, real y definida. Es más, muchas veces, lo enuncian de un modo grandilocuente. Se afanan en mencionarlo despotricando contra aquellosque son más conservadores y que procuran hacerlo que piensan que es lo correcto para que nadie hable de ellos. Esas personas, que se consideran superados, llegan hasta el punto de referirse a las demás personas como "conservadores, reprimidos y preocupados por la opinión de los otros", los tildan de esclavos del pensar ajeno y, por lo tanto, que no son libres.
Suelen insistir mucho, ser muy locuaces para lanzar supuestos argumentos de"cómo ese otro o esa otra se comportan", a diferencia de "ellos"a quienes no les importa lo que los demás dicen.
Sin embargo, me he encontrado que, generalmente, a los únicos que realmente no les importa el famoso "qué dirán" son, precisamente, aquellos que no necesitan anunciarlo con bombos y platillos. Gente que vive las cosas con sus decisiones, acciones, omisiones y sentires. Son personas que van por la vida acertando y errando en su andar sin que se modifiquen por "el qué dirán".
Básicamente la opinión de los demás, hasta escuchándola en ocasiones, la mayoría de las veces "se la sudan". Eso me hizo pensar que podría decirse que aquellos que andan haciendo gala de su "independencia del decir ajeno" se preocupan demasiado por lo que los demás dicen.
Uno quiere convencerse que no deberían decirlo porque esa opinión está errada. Estas personas que enfatizan que no les importa "el qué dirán", son las que, tengan por seguro, siempre encuentran una buena razón a su rastra de excusas, para que en esta ocasión y "excepcionalmente" o "sólo justito porque es este tema o es esta persona", será mejor no dejar que hablen los demás; así, están seguros que hay que comportarse según el manual implícito de las normas sociales aceptadas y el comportamiento considerado normal. La vida termina mostrando con evidencia esas cosas.
Se creen tanto su juego que se enojan simplemente porque le dicesque no es así. Son como la fábula del rey desnudo. Cada cual que haga su juego como le guste, sería lo atinado a decir. Pero creo que la vida nos va enseñando, para algunos rápidos y para otros, muy tarde, que sólo importa lo que te dicen dos o tres personas, quizás.
Aquellas que son capaces de decirte, cara a cara, lo que creen porque aprendieron que su palabra tiene valor para uno. Tal vez, la madurez consiste en saber reconocer a esas personas, poder escucharlas con la serena convicción que te dirán lo que consideran mejor. Luego, sopesar la opinión de esas pocas personas, con tus propias certezas, con tus propios temores, deseos y expectativas. Agregarle el entusiasmo que tengas y las preocupaciones que te genera, y actuar. Al fin de cuentas, sólo importa que hagamos lo que nos parece bien, lo que hace el menor daño evitable y lo que genera el mejor bienestar. La compleja ecuación que es vivir construyendo aquí y ahora, algo mejor.