ESPECIAL

Poesías

Por Alicia Fernández.

EL RELOJ DE LA VIDA

Ahí está en su ataúd de madera fina,

pulido, lustroso, único, exclusivo,

entre encajes, tules y cordones púrpuras.

Estatua de cera, esfinge de sal, cuerpo de mármol.

Me pregunto ¿en qué puto instante las células se suicidaron,

en qué momento los fluidos se detuvieron,

los órganos colapsaron, las neuronas se apagaron?


Observo la escena ajena a toda agitación,

todo ha cambiado, se ha tornado frío, pálido, silencioso.

Los murmullos y los sollozos son el único atisbo de vida.

Solo en un segundo, el reloj de la vida se ha detenido.

Todo ha cambiado para el que fue y para los que están.


La muerte, dueña y señora del lugar

se presenta en los rituales fúnebres,

el espacio cobra protagonismo allí nomás,

afuera late la ciudad con su palpitar insolente.


SOY ARCÁNGEL

Soy mi propio arcángel,

nadie me gobierna, ni ordena, ni protege.

Soy mi propia mensajera con voz, palabra y escritura.

Soy candil en la oscuridad y sol en la mañana.


Soy mi propia bola de cristal, mi destino, mi azar.

Camino de la mano de la vida sin cuestionarla,

sin reñir su contingencia con aprobación sujetada.

Soy arcángel de mi existencia, soy feliz en mi avatar.


Soy mi energía vital, mi atrevida voluntad,

mi pensamiento ardiente, mi actitud vehemente.

Soy un ser legado para amar, conquistar, enamorar.

Sólo soy mi propio arcángel que ha conseguido la paz.


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