ESPECIAL

Titane (2021)

Por Heraldo Alfredo Pastor.

Es la reciente ganadora del prestigioso Festival de Cannes, segundo largometraje de la francesa Julia Ducournau, quien nos había volado la peluca en 2016 con "Grave". La presente publicación no apunta a hacer algún análisis crítico del film (ya ha corrido bastante tinta en este sentido), sino dejar un par de reflexiones acerca del arte actual en sí.

No es de extrañar que se hayan dado reacciones muy contradictorias en la recepción del film; si bien la mayoría de ellas fueron elogiosas. Cannes sigue inclinándose por obras que tengan cierto rupturismo en su sustento ideológico o en lo formal. En "Titane" pueden encontrarse ambos rasgos. Si bien alguien del jurado dijo que nunca tuvieron en cuenta, al elegir la ganadora, si un hombre o una mujer estaban detrás de la realización, lo cierto es que la película tiene una marcada perspectiva de género y Ducournau terminó convirtiéndose en (apenas) la segunda directora en ganar el prestigioso galardón, después de Jane Campion con su relato feminista “The piano”, allá lejos y hace tiempo, en 1993. De paso, con respecto a esta cuestión, cabría preguntarse cuándo llegaremos a vivir en una cultura más equilibrada y justa, donde las artistas puedan referirse a cualquier tema además del genérico y ser reconocidas.

Ahora bien, ¿”Titane” lo merecía? Es indiscutible que tiene un montón de elementos que hacen notable esta historia de una asesina serial que intenta por todos los medios no ser atrapada: empecemos por mencionar la hiperviolencia, el gore, el terror (acompañados de competentes FX), que harán las delicias de los aficionados a los platos fuertes, el cine espectacular. Este primer rasgo, superficial si se quiere, ya estaba presente en "Grave", asociado también con una heroína (o antiheroína, mejor, o deconstrucción del concepto de héroe de una aventura) como centro de una impactante trama, canibalismo incluido, y su peripecia de autodescubrimiento; lo cual ya expone la loable coherencia en el estilo de la realizadora. Por otra parte, en el elenco impecable, es de destacar la entrega física de Agathe Rousselle (que encarna a la protagonista, Alexia, en un verdadero "tour de force" apabullante) y Vincent Lindon, quien no le va demasiado en zaga. La narración es bien dinámica, de montaje vertiginoso. El discurso –que, como dije, resalta la cuestión genérica– es revulsivo, ambiguo: al principio pareciera que se va a orientar hacia un feminismo duro, pero trasciende esta perspectiva. Alexia puede reaccionar violentamente ante un acosador; sin embargo, como tiene desde niña un inusual fetichismo con los automóviles, no le importa hacer con otras chicas el papel de mujer-objeto característico de las promociones de autos. Luego se orienta hacia lo transgenérico; pero tampoco se queda en esto y va más allá, hacia la transposición entre ser humano y cosa (Alexia, los coches) y aun lo mítico, sugerido en el título, que puede aludir tanto a la placa de titanio que la chica tiene en la cabeza, como a la mitología clásica.

De modo que "Titane" tiene un montón de aristas a partir de las cuales observarla, analizarla y que dan pie para la charla (de esas jugosas) posterior a la proyección de ciertos films notables. Personalmente, la Palma de Oro me hizo reflexionar acerca de la cuestión del arte moderno. Todo ese pastiche de elementos (actuaciones, puesta, música, efectos, etc.) hace pensar en cuánto hay de genialidad y cuánto de impostura en una obra así. Cuando en el siglo pasado, un Stanley Kubrick presentaba "A clockwork orange" (1972), Marco Ferreri estrenada "La grande bouffe" (1972) o un Pasolini, "Saló" (1975) –por nombrar solo unos pocos de una larguísima lista–, realmente eran transgresores, revulsivos y hasta revolucionarios, porque rompían con la forma de hacer cine en su época, se desinteresaban de lo políticamente correcto, arremetían contra instituciones, tabúes y todo límite, incluido el concepto mismo de belleza, de lo estético. Eran artistas jugados, valientes, a quienes no les importaba ir contra la corriente o el poder establecido; de hecho, Pasolini fue brutalmente asesinado por su discurso cuestionador. Cada uno de estos estrenos provocaba un escándalo y los censores corrían a mutilar o prohibir las cintas. El propio género de terror –contracultural en su esencia– dio a luz a obras provocativas y chocantes, desde "Holocausto caníbal" (1980), de Deodato, pasando por "Schramm" (1993), de Buttgereit, o la más reciente "A serbian film" (2010), de Spasojević, y todo el gore y el "torture porno", cada vez más explícitos.

En la actualidad, el mencionado pastiche y el desborde (pensemos en un Almodóvar, De la Iglesia o Tarantino, y otra vez el terror con Zombie, Raimi y otros directores) son más comunes y, por ende, menos escandalosos y puede accederse a ellos a demanda en casa por "streaming". De manera que habría que pensar en qué medida el premio de Cannes tiene algo de obvio. En unos afiches publicitarios se cita la frase de un crítico: “la revolución del cine fantástico”, que parece a todas luces exagerada. Aun así, lo dicho: “Titane” es una gran película, una gozada de punta a punta.


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