Aníbal Costilla ganó el primer premio del Concurso Anual de Poesía Inédita 2021
El poeta santiagueño oriundo de El Mojón, departamento Pellegrini, participó con su libro “Las semillas”.
L a Fundación Argentina para la Poesía anunció los ganadores del Concurso Anual de Poesía inédita 2021 “Enrique Banchs”. El santiagueño Rubén Aníbal Costilla obtuvo el primer premio consistente en la suma de mil dólares. El 2º lugar fue para Piero de Vicari (San Nicolás), quien ganó la edición de la obra y el 3º puesto fue para Pablo Montanaro (Neuquén).
También hubo Menciones Especiales para Gustavo Tisocco (Caba), Idangel Betancourt (Catamarca) y Josefa Veiga (San Antonio de Padua). El jurado estuvo compuesto por Antonio Requeni, Fernando Sánchez Zinny y Beatriz Schaefer Peña.
Aníbal Costilla es oriundo de El Mojón, departamento Pellegrini, y participó con su libro “Las semillas”. Al respecto, el autor comentó: “Es una obra centrada en la existencia del hombre, sus experiencias vitales, sus luces y sombras en ese camino que recorre desde su nacimiento hasta el final, el contacto con su entorno natural, su lucha contra los mandatos establecidos y su vocación de poeta. Además es un homenaje a la naturaleza, con alusiones a los recursos naturales cada vez más aniquilados por la mano despiadada de algunos seres humanos”.
-Esta mirada poética acerca de la experiencia humana tiene cierto enfoque ecológico. Es más bien un enfoque poético sobre el hombre en el contexto natural. Su modo de mirar, de captar el poder de la naturaleza, pero también su relación con quienes habitan y comparten un lugar, en este caso, esta región.
Aunque también se puede analizar desde la mirada ecológica, dado que el hombre dejó de ser protector para convertirse en destructor del medio natural. El libro también aborda cuestiones relacionadas a mi experiencia personal en el ámbito familiar. Mi primer contacto con la literatura y, sobre todo, con la poesía. El contacto con los hombres y mujeres de mi familia, las búsquedas personales de sus propios caminos, pero sin olvidar las raíces. Por otro lado, la contemplación del fin de la vida, la certeza de finitud. Por eso, la necesidad de la siembra, cuidando que las semillas sean las adecuadas. Esperar las lluvias.
Y como análisis final, este libro plantea que el soplo maligno del tiempo va apagando, sitio a sitio, los lugares amados en los que alguna vez vivimos y fuimos felices. Hubo un trabajo de edición previo al envío? Sí, en cierta manera. Este trabajo estuvo revisado bajo las sugerencias del poeta Jotaele Andrade, quien le aportó una mirada crítica a los distintos textos, pero dejando a mi elección tomar o no dichas sugerencias. Esa experiencia terminó de configurar casi todo el libro.
La opinión de los lectores es fundamental. Ayuda a mejorar el libro. Sí, es así. La mirada de otros lectores enriquece al texto.
Del Libro inédito “Las semillas”, 1° Premio del
Concurso Anual de Poesía Inédita “Enrique
Banchs”, Fundación Argentina para la Poesía.
EN LA CASA DE MI MADRE
En la casa de mi madre
el silencio de las cosas
te abraza como un desierto,
como un puente para cruzar
de nostalgia a nostalgia.
El tiempo te desconoce
y tienes todo un mundo
para tu recuerdo cada vez más cercano,
más propio de los niños,
cuyos rumores se oyen
retozando al otro lado de las tapias.
Es una oportunidad de sanación,
el agua de sol se cristaliza
en los pastitos que ondulan
como el límpido follaje de los trigos
abierto al cielo, promesa del pan.
En la casa de mi madre
cuelgan palabras en las paredes,
fulguran como retoños
o flores recién cortadas.
Pero no todo es quietud
en este preciso instante,
a veces los recuerdos pasean
por las habitaciones de la mente
y, tanteando, buscan encender la luz
que revele de lleno el vislumbre,
el alivio que trae la mañana.
LAS SEMILLAS
El anciano, aplastado por pensamientos
de ayer, asume la postura de un refucilo
sin estruendo. La cabellera blanca
es una luz que se cimbra
en el aire. Sus manos aprietan la asada:
muerde la tierra y levanta terrones, caen
al costado, se desmoronan, como un montículo
de hormiguero bajo el esmeril de la lluvia.
La tierra no pesa nada, es una semilla,
espera el calor de la siembra, la posibilidad
de merecer la belleza del fruto.
La mano toca la humedad de los surcos,
deposita las cápsulas que multiplicarán
la subterránea energía de las partículas.
La inminencia del origen se anticipa
en las gotas de sudor del rostro,
y mojan el vientre caudaloso de las grietas,
como una raya de luz, dibujada
por la mano de un niño ciego.
El anciano escucha el sonido del mundo,
intuye que la esperanza no es vana,
gira un temblor en sus piernas de siglos,
y cree, asume las mutaciones en el oro
de sus risas, y espera. El polvo de su cuerpo
lo hunde, como una semilla, o una raíz.