¡Abrete! ¡Vuelve a vivir!
Marcos 7, 31-37
Le traen un sordo para que le imponga las manos, es alguien que necesita de su bondad, de su amor solidario. La curación se lleva a cabo mediante el empleo de prácticas terapéuticas conocidas en aquella época y en ese entorno cultural: introducir sus dedos en los oídos sordos y tocar con su saliva la lengua. La elevación de la mirada al cielo y el suspiro de Jesús muestran que Jesús cura porque Dios lo asiste con su Espíritu. Le dice al enfermo: “Effata”, ábrete, no sólo le manda abrir los oídos para escuchar, sino abrirse a la misericordia de Dios que sana.
La sordera es un signo evidente de la incomunicación, del aislamiento, de la soledad. Este hombre, como muchos está cerrado a Dios, a la vida, al amor. Vive encerrado en su propio mundo, lejos de Dios y de los hermanos. Quizás desesperanzado, creyendo que su vida está condenada al fracaso, al dolor y al sinsentido.
Pero Jesús, al curarlo le muestra que su vida tiene valor, le devuelve la dignidad perdida, lo invita a abrirse a Dios, a la creación, a los hermanos. Ábrete, comunícate, expresa tu interioridad, grita tu anhelo más profundo de amar y ser amado, vuelve a encontrar el gusto por la vida, arriésgate a ser un hombre nuevo.
Conclusión
Este relato presenta a Jesús como el portador de la salvación definitiva, simbolizada en el gesto de hacer oír y hablar al enfermo. A la vez, muestra la apertura del Evangelio a los paganos y la pedagogía que Jesús utiliza para hacer presente el Reino: la práctica del bien. No se trata, de imponer la religión, ni querer convencer a los demás sólo con palabras, se trata de “obrar el bien”, de ayudar a las personas a recuperar su dignidad.
En un mundo donde las palabras han dejado de significar, donde las instituciones religiosas han perdido se representatividad y valor simbólico, donde Dios parece ser un convidado de piedra en la mesa de las grandes decisiones políticas y sociales; practicar el bien, dar una mano a los que sufren y amar a los despreciados será el modo más adecuado de anunciar que Dios existe y quiere un mundo más humano para sus hijos. Hacer el bien, es la mejor carta de presentación para los que creen en Dios.