VÍCTOR VILLA

"Con mi hija volvimos a nacer del accidente; desde entonces, todos los años lo celebramos juntos"

El docente de 51 años, que, con su hija de 11 meses en brazos fue atropellado en 2011, mientras miraba vidrieras, celebra hoy que Martina no tenga ningún recuerdo de aquel oscuro día.

Bien plantados en su presente, cuando se detienen a mirar hacia atrás, optan por recordar sólo que tienen una fecha más en el calendario por celebrar. Hace casi 9 años, a punto de festejar el primer año de su hija menor, Martina, Víctor Villa vivió uno de los instantes más oscuros de su vida, con la bebé como protagonistas de un capítulo de su historia, digno de querer ser olvidado para siempre.

“Siento que volvimos a nacer, pero esta vez juntos”, se limita a decir sobre aquella mala experiencia.

Hoy, en el Día del Padre, la familia recuerda aquel episodio, e inmediatamente los abrazos se vuelven más profundos y los “te amo” resuenan constantemente.

El 17 de octubre de 2011, el docente fue atropellado por una camioneta que perdió el control sobre calle Pellegrini y se subió a la vereda. Junto a su hija, que en ese entonces le faltaba un día para cumplir su primer año, terminaron con serias heridas, dentro de la vidriera de una casa de cotillón. Y así como se rompieron los vidrios con el impacto, de igual manera se desmoronaron las ilusiones de un festejo que debía concretarse en poco menos de 24 horas.

Desde entonces, los fantasmas comenzaron a invadir los sentimientos y los pensamientos de Víctor, que sumergido en un mar de incertidumbre por no saber si volvería a caminar, pedía por conocer a quien tanto daño les causó. Sin embargo, “hombre sin rencores”, como él mismo se define, una vez que supo que con una operación él volvería a caminar, y que la salud de Martina no corría peligro, optó por soltar esa pesada carga, y decidió comenzar una vida de “cero”.

“Todos los años celebramos la vida. Siempre decimos que ese 17 de octubre nacimos juntos, porque con mi hija volvimos a nacer el día del accidente. La vida nos dio una nueva oportunidad, y por eso lo festejamos. Y cada 18 hacemos festejo por su cumpleaños. Son días muy especiales para nosotros”, expresa Víctor, quien asegura haber dejado los rencores a no más de un mes de aquella trágica tarde primaveral.

“En un principio quería conocer a quien nos había hecho tanto daño. Después se me pasó y preferí no hacerlo. Hoy, cuando recordamos ese momento, siempre en broma digo que si la persona que nos atropelló me invita a tomar algo, yo iría sin saber que es él. No tengo grabado su rostro, no lo recuerdo”, acota.

Sin embargo, Víctor recuerda que le llevó un año retomar su vida normal. Sin más operaciones y sólo con los malos recuerdos, que a veces prefería ni traerlos a la mente, gracias al incondicional apoyo de Liliana, su esposa, y Victoria, su hija mayor, con Martina reiniciaron su vida, rodeados del amor de los seres queridos, avocándose a su labor docente, y guiando los pasos de las chicas.

“Celebramos haber podido rehacer nuestra vida normal. Y hoy doy gracias a Dios porque Martina era tan chiquita cuando pasó el accidente, que no le quedaron grabados los recuerdos y por lo tanto nada de eso la afectó psicológicamente. Incluso ella también recuerda en tono de broma aquel episodio, porque fue la manera en la que, con mi esposa, elegimos acordarlo, y ella hace lo mismo”, expresa.

Hoy, en su hogar del barrio Autonomía de la ciudad capital, sólo se viven cosas lindas. Víctor ejerce la docencia en la escuela Francisca Jacques; Liliana se dedica a la venta de ropa; Victoria cursa el 2º año del Profesorado de Inglés; y Martina hizo la promesa de lealtad a la Bandera de la Nación, en medio de la pandemia.

Orgulloso de todo lo que logró junto con su esposa, en la crianza de sus hijas, como papá celebra: “Siempre que pude les hablé. Les enseño a no guardar rencores ni malos recuerdos”. 

La oscuridad de lo que era una fiesta

Víctor recuerda como si fuera ayer el instante ese en que la camioneta se acercaba hacia ellos, sin darles tiempo a ninguna reacción.

Con Martina aferrada a su pecho en una mochila canguro (esas que se utilizan para cargar a los bebés), aguardaban que la mamá de la pequeña saliera del negocio con todo el cotillón para el cumpleaños, que debía ser al otro día. Pero un ruido extraño indicaba que el peligro se avecinaba. En ese momento, sólo atinó a ponerse de espaldas al vehículo, cuando sintió el impacto, que fue tan fuerte que lo hizo atravesar la vidriera.

“Sólo atiné a cubrirla cuando escuché el ruido. Y segundos después me encontré tirado. La miraba a ella y estaba ensangrentada. Creo que la adrenalina y la tensión te hacen desaparecer todos los dolores. Fue como si me hubiese tropezado, pero en realidad tenía una fractura expuesta en el fémur. Le entregué la bebé a su mamá y le pedí que la llevara al Cepsi. Fue un instante en el que pasó de todo”, contó Víctor.

Él fue llevado en ambulancia al Hospital Regional. Martina, al Cepsi “Eva Perón”, en donde tras una larga espera, se recuperaron. l


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