ESPECIAL PARA EL LIBERAL

Concluye uno de los procesos electorales más particulares de la historia democrática argentina

Por Carlos Fara. Consultor político. Presidente de Consultora Carlos Fara y Asociados. Ex presidente de la Asociación Argentina de Consultores Políticos.

Después de dos debates obligados por ley, las marchas de Mauricio Macri y un Alberto Fernández que administra sus palabras como quien tiene el máximo cargo político del país a la mano, está concluyendo uno de los procesos electorales más particulares que tuvo la historia democrática de la Argentina.

Vamos a votar en el marco de una de las peores crisis económicas, con un posible ganador que hasta hace escasos cinco meses era un personaje tratando de articular partes sueltas -pero que nadie visualizaba como el gran protagonista- y un presidente no peronista que va camino a concluir su mandato constitucional luego de 91 años.

Toda la evidencia empírica de opinión pública indica que el próximo domingo tendremos un nuevo presidente elegido en primera vuelta que, número más o menos, refrendará la tendencia de las PASO. ¿Esto significa entonces que las campañas post primarias no sirvieron para nada?

Un candidato hace campaña para 1) obtener más votos y/o 2) no perder los que ya tiene. Por lo tanto, se debe ser cuidadoso cuando se evalúa a las campañas. Es difícil que las fuerzas electorales más pequeñas pierdan caudal ya que sus votantes son núcleos duros que resisten cualquier tipo de arenga a un “voto útil” o “estratégico”. El problema mayor en todo caso lo debería tener Roberto Lavagna, quien recaudó un 8 % clave en este escenario.

Si se toman las experiencias de 2015 y 2017 existen dos segmentos claves: los que votaron en blanco / recurridos / impugnados, pero sobre todo los que no fueron a votar en las primarias, y que hicieron la gran diferencia en las generales. En el primer caso consagraron la necesidad de un balotaje.

En el segundo la victoria de Esteban Bullrich sobre CFK. Hacia allí apuntó sobremanera el Presidente en estas últimas dos semanas, arengando incluso a superar la participación de 1983, la más alta desde el regreso a la democracia. La lógica es que esos ausentes o blancos son un público menos politizado, informado e ideologizado que el promedio, y por lo tanto deciden sus preferencias tardíamente. El laboratorio macrista cree sintonizar mejor con sus códigos que el resto de la oferta electoral.

Sin embargo, para que los resultados de las primarias fueran solo eso (“la elección no sucedió”), Juntos por el Cambio necesitaba que se cumplieran dos condiciones: 1) que post PASO no hubiera turbulencia económica, y 2) que la mayoría no dé por hecho que el próximo presidente sea Alberto.

Ninguna de las dos condiciones se cumplió. De modo que el incentivo de los votantes no oficialistas a hacer una opción estratégica en aras de producir un balotaje es muy baja. De ahí que los estudios vengan reflejando una cierta estabilidad que proyecta un resultado para el domingo 27 similar al del 11 de agosto.

Si las proyecciones citadas fuesen correctas, significaría que el grueso de la sociedad ha decidido concluir esto mucho antes de lo pensado, directamente en las primarias. De hecho, los actores políticos, sociales y económicos -equivocados o no- le han bajado el martillo al escenario el 12 de agosto.


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