Vello público. Vello púbico
Por el licenciado Pedro Albornoz. Exbecario del fondo nacional de las artes.
Opinión sobre la escultura en la plaza 9 de Julio, Frías.
El cuerpo es la parte material de nuestra condición y es además el vehículo para la interrelación con el mundo y la naturaleza. Es herramienta de trabajo, instrumento de expresión. Por su parte, el cuerpo femenino encarna en sí mismo el origen de la vida.
Desde el punto de vista del arte, el cuerpo humano ha ocupado un lugar primordial dentro de los estudios de todos los tiempos. Trabajos como el “Kanon” de Policleto o el “Hombre de Vitruvio” de Leonardo, demuestran la preocupación que a lo largo de la Historia del Arte ha habido por plasmar el cuerpo humano como sinónimo de proporción, perfección y belleza.
Es así como lo manifiesta William Shield: “el arte, en su anhelo de simbolizar de la mejor forma posible su concepción de lo bello, ha recurrido siempre al cuerpo humano”. Pero sin dudas, esas ideas solo podrán reflejarse a través del cuerpo en su más íntima expresión, en su esencia: el desnudo.
La representación del desnudo de la mujer en la Historia del Arte ha sufrido una constante evolución, ya que el ideal de belleza y proporción han sido conceptos muy variables. Podría hacerse así un estudio de la sociedad y de los gustos estéticos de la misma, basándose en la investigación de los desnudos y cuerpos representados en el arte.
En el caso de los egipcios, (cultura avanzada por excelencia), utilizó la imagen de la mujer, especialmente en la pintura. Músicas, bailarinas y sacerdotisas serán las figuras que utilizarán los artesanos como pretexto para estudiar el cuerpo humano y sus proporciones.
Pero sin dudas, la cultura antigua con mayor dedicación al culto del cuerpo fue la griega. Será en la Grecia clásica donde se trate el ideal de belleza que ha perdurado hasta nuestros días. El arte griego y en especial la escultura, se obsesionó en encontrar un canon de proporciones perfectas para el cuerpo humano.
En esta ocasión y en un principio, los modelos serían masculinos (efebos, jóvenes atletas); y solo en ellos se mostrará el desnudo completo, en analogía a lo bello. Así, en el caso de las representaciones femeninas, la mujer va aparecer desprovista de su feminidad y de las características propias de su sexo, dando lugar a figuras robustas.
Pero en el momento en que Atenas vive su mayor esplendor, habrá una evolución importante de las formas y un cambio en el concepto de lo bello. Nacerá el mito de “Afrodita” bajo el atributo de diosa de la belleza, el placer y el amor, y con ella el canon de ideal de belleza. Surge un mayor interés en torno al cuerpo de la mujer, que traspasará los siglos y las culturas, llegando hasta Roma y su homónima “Venus”.
Las formas y las composiciones escultóricas se perfeccionarán y se mantendrá el gusto por la proporción. No es de extrañar que en los frescos de Pompeya (prototipo más significativo de la pintura en la Edad Antigua), aparezcan ya las figuras de las “Tres Gracias”, tema que explotaran hasta la saciedad artistas de todos los tiempos por ser una imagen capaz de captar la esencia del cuerpo femenino. Muestra de ello son las reproducciones de Rafael, Rubens o Canova.
De Grecia a Frías. 90-60-90
La escultura inaugurada poco más de tres años atrás, en la Plaza 9 de Julio de la ciudad de Frías, ha sido en principio, objeto de diversos comentarios y críticas por parte de la comunidad. Aquí se vierte un punto de vista más, no significa por ello que sea el más acertado. A riesgo de caer en una generalidad que pueda resultar inapropiada para el análisis de cualquier obra, se atreve a sintetizar el resultado como obsceno. La palabra obsceno viene del latín "obscenus”, la cual está formada por las raíces ob (enfrentamiento u oposición) y caenum (suciedad); se refiere a algo que ofende los sentidos.
De tal forma, si un tema musical, tanto en su composición, armónicos y letras, ofende a nuestros sentidos, bien podría considerarse de igual manera como obsceno. Otros autores dicen que proviene de “scenus” término que a su vez fue tomado del teatro griego, como lo que se hacía fuera de escena “ob skena”.
Es en ésta última acepción que aquí se emplea el adjetivo: algo que está fuera de escena, descontextualizado. La opinión vertida acá, en el mejor de los casos, espera ser tomada como una crítica constructiva (pero de resultar lo contrario, se consideraría dudar de la capacidad artística del/los autores, ya que un verdadero artista debe cuanto menos oír las críticas para su mejor tino, con un corazón y mente abiertos).
La representación de la libertad, encarnada en una mujer cuyas formas escapan al canon de belleza tradicional, es un intento fallido para el propósito, espacio y situación. El hecho de que el cuerpo en este caso sea robusto, es algo que hay que destacar y se estima que ha sido la mejor elección, puesto que el arte cuando rompe modelos hegemónicos de belleza, encuentra su cauce hacia las motivaciones de nuestros sentidos, interpretaciones y sentimientos; es un acto digno de aplaudir.
Dicho de otra forma: una mujer robusta, redonda, en tal caso, es hermosa. Sin embargo, la escala (gran escala) de la construcción juega una especia de redundancia con la voluptuosidad de la mujer. Se ha trasgredido la trasgresión, pues el elemento “robustez” ya es, en sí mismo “grandioso”, representarla en escala mayor, genera ruido. Hacer una escultura en dimensiones hiperbólicas, y que además es robusta, es acentuar el acento.
Se cree que el tamaño de la obra hubiera cumplido su propósito quizá si se hubiera planteado en tamaño natural. Por otro lado, la actitud corporal no resulta de “liberación”, sino más bien conduce a una interpretación de “pasividad” (parece estar pidiendo que la encadenen de nuevo).
Cuando un artista desea encarnar en su obra tópicos abstractos como el amor, la esperanza hasta incluso la más tangible libertad, la obra debe ser más etérea, menos contundente y anclada. A su vez debe ser pensada, diseñada y ejecutada en armonía con su entorno (más aun cuando éstas no son itinerantes y ocupan un espacio fijo externo).
Entonces hay que considerar elementos exógenos como la salida y puesta del sol (primordial, ya que se trata nada más ni nada menos que la incidencia de luz natural. La iluminación artificial es maleable, flexible, se acomoda) La plaza 9 de Julio tiene en su composición general, líneas rectas, con curvas orgánicas, un destacado piletón-fuente rectangular y canteros circulares, es una geometría interesante y actual con esos faros de hojas prehistóricas como las manos robóticas de la Guerra de los Mundos de H.G Wells.
Es acá donde la intención hace agua: la pieza naufraga en la esquina de la plaza, más bien es una sirena encallada en las costas de una playa blanca, en un vértice casi azaroso, al recate de un crítico benevolente que la devuelva al mar y pueda seguir respirando bajo el agua sin ser vista de nuevo.
Tal vez se ha puesto énfasis en el abdomen, algo que parece ser lo más grandioso y acertado de la obra. Los senos no guardan proporción ni armonía con el resto de la estructura porque, paradójicamente, parecieran “senos perfectos” siliconados, nada más lejos que la naturalidad de un cuerpo real. Además de la actitud corporal general y el gesto en el rostro, los brazos son masculinos.
De ellos no cuelgan las carnes de una mujer robusta y fuerte, por el contrario, son rectos, tiesos y excesivamente largos, acabados en manos y dedos del mismo género, en una especie de “minué doliente” un “vals sin compañero”. El rostro es tal vez “la mejor intención fallida”, contiene una expresión de dolor.
Dolor, que debe ser el sentimiento de la pieza ante nuestros ojos; es la actriz que lanzaron al escenario sin que haya tenido la posibilidad de aprenderse el guion y que no alcanza a improvisar la tan anhelada libertad.
Lo del vello púbico es tal vez el mejor acierto, es la naturaleza en sí misma, desprovisto de censuras y filtros; no hay nada malo en ello, pero para el conjunto que no funciona, puede resultar innecesaria, fuera de escena, por lo tanto obsceno.