OPINA SANTIAGO

Día de San José Obrero. El valor de las pequeñas cosas

Por Lucía Kobylañski de Peralta.

Cuando festejamos el “Día del Trabajador” pensamos en comida, bebida, baile. Todo eso está perfecto; pero lo bueno sería que festejara “el que trabaja”, en lo que sea: todo trabajo es digno y merece retribución justa y reconocimiento de los demás. Pero… con la mano en el corazón, hay varios que festejan ese día y perciben retribuciones que a veces son ignominiosas dádivas que hacen cambiar la cultura del trabajo por el clientelismo. En ese marco, ¿qué papel juega San José? De mil trabajadores ¿habrá alguno que le dedique un minuto de meditación? ¿por qué “obrero”? Simplemente porque lo fue. Trabajó como carpintero y le enseñó el oficio a su hijo, que en el humilde Nazareth trabajaban tan sencilla y pacientemente que los “Doctores de la Ley” llegaron a dudar de la divinidad de Jesús al preguntarse: “Pero éste ¿no era el hijo del carpintero?” Sí, Jesús fue el Hijo del Padre venido al mundo en un humilde hogar y durante casi treinta años vivió en familia, con su papá José, con su mamá María. De los tres, el que menos “rating” tenía era José. ¡Qué pena! Es tan lindo descubrir el valor de las pequeñas (grandes) cosas. ¿Qué hombre se “bancaría” saber que su novia estaba embarazada y en lugar de repudiarla se desposa, la cuida, la protege, la reconoce “Madre de Dios”? Su fe es ejemplar: cree en “la obra y gracia del Espíritu Santo”. Camina por arenosas y desérticas zonas para llegar, con María a Belén. Los cuida en el humilde pesebre y ante la amenaza contra los bebés no duda y marcha (no en avión, ni en tren bala, ni siquiera en el burrito, que era para María y su bebé), y los protege en Egipto hasta que, pasado el peligro regresa con ellos y se instala en Nazareth, formando una familia ejemplar, “ícono de la Trinidad”: Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo y constituye el eje humilde y silencioso de la Sagrada Familia: Jesús, José, María. Juntos los tres se presentan en el Templo con la más humilde ofrenda: un par de tórtolas. Y el anciano Simeón reconoce su “divina humanidad”. ¡Cómo se habrá sentido, como papá! Cuando el “mocoso” de 12 años se separa de los peregrinos y luego de días de afligida búsqueda, lo encuentran en el Templo, mano a mano con los Doctores de la Ley, y en lugar de pedir perdón o tranquilizar a sus padres, les dice “¿no sabían que debía ocuparme de las cosas de mi padre?” ¡Pobre José! Siempre en segundo plano, siempre obediente a la voz del Señor. Espera en silencio el cambio de actitud de Jesús y felices y contentos siguen trabajando en el taller de Nazareth. Seguramente nuestros nietos, expertos en computación y en técnicas del futuro, dirán: Otra vez la abuela y sus cuentitos de otra época. Si logramos “rescatar” un nieto de la vorágine fría de la tecnología (que es valiosísima, si es bien usada), les habremos inculcado la primera lección: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Todo trabajo es digno, merece retribución y eso lo aprendimos de hace siglos, cuando el “calladito” José (no hay en la Biblia una palabra pronunciada por él), no sabemos cuándo ni cómo vivió y murió. Sólo que al pie de la Cruz ya no estaba; pero estuvo seguramente en toda la vida del Hijo del Hombre, con la permanente lección de María, con la humilde enseñanza de José. Me encanta pensar en los “seres plurales”. Llamo así a los amigos que disfrutan de sus matrimonios, nada hacen sin ponerse de acuerdo con el otro, trabajan juntos y me apasiona ver a los amigos que pasados los 70 siguen trabajando, ayudándose, conformando una nueva Nazareth. Doy gracias a Dios que inspiró a mis abuelos polacos y le pusieron el nombre de José a mi papá, el Prof. Kobylañski quien, para no ser menos, me llamó Lucía Josefina y a mi hermano José Ramón. Tampoco fuimos menos nosotros y llamamos Pedro José al hijo mayor; José Daniel al mayor de mi hermano; Eduardo José al mayor de mi hermana y… sigue la historia con la nueva generación: Matías José Kobylañski. Esto no es publicidad familiar, es devoción no recitada sino vivida e imitada. José trabajaba en su carpintería, nosotros trataremos de hacer lo mismo. Es la única forma de celebrar con merecida dignidad el 1º de mayo. ¡Feliz día para todos los trabajadores! Y que San José nos siga “empujando” hasta el fin.
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