REINA

Las fuerzas del mariscal Jalifa Hafter inician su ofensiva final sobre Trípoli

Surge de una asamblea salida de los comicios en 2014, que abandonó la capital luego de que el entonces gobierno islamista se negara a reconocer el resultado.

Las fuerzas bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte de Libia, iniciaron ayer la segunda fase de su ofensiva en el sur de Trípoli.

Pese a la dureza de los duelos de artillería y las escaramuzas con armas ligeras, ninguno de los dos contendientes logró avances significativos en el terreno ni reportó víctimas.

Partida en dos, Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la Otan contribuyera a la victoria de los heterogéneos grupos rebeldes sobre la larga dictadura de Muamar al Gadafi (1969-2011).

La que podría ser la última gran batalla se libra desde el pasado 4 de abril entre los dos grandes núcleos de poder que dominan el país tras el fracasado plan de paz impulsado en 2015 por el entonces enviado especial de la ONU.

Una brecha que también corresponde a la división histórica de Libia en tres provincias : la Tripolitania (oeste), la Cyrenaica (Este) y Fezzan (sur).

En un lado del tablero se sitúa el gobierno sostenido por la ONU y reconocido por la Unión Europea (UE), el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), que lidera el primer ministro, Fayez al Serraj, y que apenas domina la capital y ciertas áreas en las zonas montañosas del noroeste.

Creado en 2016 en Túnez, el GNA está sostenido financieramente por la UE, carece de legitimidad democrática y su popularidad es escasa en la capital.

Apoyo externo

Sus principales apoyos externos son Catar e Italia, país este último con el que ha colaborado estrechamente para la producción de petróleo y combustible en los yacimientos del oeste y el puerto de Melitah.

También ha mantenido estrecha colaboración en operaciones antiterroristas y lucha contra el yihadismo internacional con EE.UU., país que decidió retirar sus tropas y optó por el silencio político al estallar el conflicto bélico en Trípoli.

Del otro lado del tablero se sitúa el mariscal Jalifa Hafter, tutor del Parlamento exiliado en la ciudad oriental de Tobruk. Una asamblea salida de las urnas en 2014 que abandonó la capital después de que el entonces gobierno islamista asentado en Trípoli se negara a reconocer el resultado electoral.

Hafter, un exmiembro de la cúpula militar que aupó al poder a Al Gadafi durante el golpe de Estado de 1969, dirige el llamado Ejército Nacional Libio (LNA) y es en la actualidad el hombre fuerte del país.

Reclutado por la CIA en 1989 y convertido en uno de los principales opositores en el exilio, regresó al país a través de Egipto en marzo de 2011.

En 2014, ya al frente del LNA, lanzó la denominada “Operación Dignidad” cuyo objetivo no declarado era la conquista de todo el país.

En 2017 se hizo con el control de Bengasi y del golfo de Sirte, corazón de la industria petrolera libia.

Un año después conquistó Derna, bastión del yihadismo en el norte de África y en febrero de este año impuso su dominio en las regiones del sur y los yacimientos del oeste del país (Al Sahara y Al Fil), esenciales para la supervivencia económica y energética del GNA.

Su avance territorial está vinculado al apoyo logístico, financieros y militar que le proporcionan Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Rusia, países que han roto en diversas ocasiones el embargo militar impuesto por la ONU a Libia en 2011. Mientras que su ascenso político ha sido fomentado por el presidente francés, Enmanuel Macron, que lo invitó a París en contra de la política de la UE dentro de su plan para recuperar la preponderancia francesa en el Mediterráneo y en el norte de África.

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