El gesto de George Bush (padre) a la Argentina
Por Mariano Caucino*
El fallecimiento del cuadragésimo primer presidente norteamericano George Bush (1989-1993) me trae al recuerdo un hecho imborrable vinculado a nuestra historia reciente.
Creador de una dinastía política -hijo de un senador y padre de un presidente y de un gobernador que pudo serlo-, Bush padre fue un político consumado: representante (diputado), jefe de la CIA, embajador ante las Naciones Unidas y la República Popular China y ocho años vicepresidente de Ronald Reagan. La Historia le reservaría el rol de liderar a su país y al mundo libre en el medio de enormes transformaciones. Durante su período se disolvió la Unión Soviética, se reunificó Alemania y un "nuevo orden mundial" parecía haber surgido tras el fin de la Guerra Fría.
Pero un hecho vinculado a nuestro país y nuestra historia reciente merece ser recordado: corrían los últimos días del año 1990 cuando un intento de golpe de Estado -felizmente el último- procuró destituir a las autoridades constitucionales de nuestro país. En efecto, aquel 3 de diciembre de hace casi treinta años los llamados carapintadas buscaron derrocar al gobierno del presidente Carlos Menem, como antes habían procurado hacerlo durante la presidencia de Raúl Alfonsín.
Dos días más tarde, estaba prevista la llegada del presidente de los Estados Unidos a Buenos Aires. Las especulaciones corrieron de inmediato: el jefe de la Casa Blanca no podía arriesgarse a arribar a un país en medio de tal inestabilidad.
Bush, quien cumplía una gira por varios países de la región, no dudó en afirmar que vendría a la Argentina. Efectivamente, el presidente de los Estados Unidos llegó al país el día 5. Se trataba de la tercera ocasión en que un presidente norteamericano visitaba Buenos Aires. El primero había sido Franklin D. Roosevelt en 1936 y el segundo Dwight Eisenhower en 1960. Era un respaldo indubitable para el gobierno de entonces, para la Argentina y en especial para nuestra joven democracia, inaugarada tan solo siete años antes.
Bush perdería su reelección dos años más tarde, pese a haber ganado la guerra de Irak (1991) y debido a la recesión que afectó a la economía norteamericana -Bill Clinton vencería con su recordado slogan "es la economía estúpido"- y su presidencia de un solo período quedaría atrapada entre dos gigantes como fueron su antecesor y su sucesor pero su aporte a nuestra consolidación democrática no puede olvidarse.
*Mariano Caucino es abogado e historiador. Actual Embajador Argentino en Israel.