El papa Francisco reconoció que la corrupción y los abusos están alejando a los jóvenes de la Iglesia
El papa Francisco aterrizó en el país del mundo donde menos gente cree en Dios. El trabajo pastoral y la labor evangelizadora son cada vez más duros. En Estonia (1.300.000 habitantes) solo el 14% de la población se considera religiosa y el catolicismo está a la cola de las creencias que se profesan (0,5%).
Hace 30 años, el país contaba solo con 6 fieles y ningún representante eclesial. Algo ha cambiado, pero el público que iba a tener Francisco no era fácil. Así que, sin tratar de maquillar la enorme distancia, se dirigió directamente a los jóvenes en un encuentro ecuménico.
"Sabemos que no nos consideran interlocutores significativos para su existencia. Algunos incluso, piden que los dejemos en paz, sienten la presencia de la Iglesia como algo molesto y hasta irritante. Les indignan los escándalos económicos y sexuales ante los que no ven una firme condena, el no saber interpretar adecuadamente la vida y la sensibilidad de los jóvenes por falta de preparación, o simplemente el rol pasivo que les asignamos", admitió Bergoglio en la última etapa de su viaje por los países bálticos.
Estonia, el Estado más septentrional que jamás había visitado Jorge Mario Bergoglio, es un terreno árido para la Iglesia Católica. Con la caída de la Unión Soviética se movieron algunas cosas en el terreno religioso y el Vaticano nombró al obispo Philippe Jourdan.