Sólo tocar el manto del Señor

Por el padre Gilbert, párroco de Ma. Auxiliadora.

Hoy queremos admirar la fe de esa mujer que ha dado la posibilidad de creer todo lo que ha vivido, cuando justo pasaba Jesús y ella quería no pedirle la sanación, pero sí tocar su manto para sanarse. Esa actitud de fe que podemos imitar, no únicamente para hacer promesa, porque soy devoto, sino para saber que Dios llega para darnos lo que necesitamos. Sabemos que en la mayoría de las sanaciones de Jesús hay ese contacto y ese diálogo como para preguntar ‘¿Qué quieres de mí?’ Y esa mujer quería estar cerca de Jesús, pero tenía miedo porque las tradiciones no aceptaban que la mujer esté cerca de un hombre. Entonces ella no quería dialogar ni conversar, sólo tocar el manto para recibir su fe. Y Jesús se da cuenta de que alguien lo ha tocado y quiere saber quién es para darle la posibilidad de conocer al Hijo de Dios. A veces nos cuesta creer, nos cuesta entrar en esa sabiduría de Dios, olvidamos que Dios está presente en el corazón mismo de las personas y que nada le es ajeno a nuestra vida. Jesús conoce nuestros sufrimientos, nuestras enfermedades. Alguien dirá si Dios hace milagros, por qué no sanó a tal o cual persona o por qué no respondió a mi plegaria. Pero quiénes somos nosotros para pedir cuentas a Dios. Dios actúa a su tiempo y a su manera, pero siempre con sabiduría y un amor que no se supera. Entonces nosotros podemos llegar a entrar en ese espíritu de Dios para que nos ayude y podamos vivir nuestra fe. Cuántas veces buscamos milagros sin entrar en contacto con Dios. Hay ese enfrentamiento y esa manera de olvidar que Dios necesita nuestra colaboración. Es importante saber que la gracia nos puede sanar y es suficiente con estar en su gracia. Qué quiere decir, participar, colaborar para recibir esta gracia de Dios. Tu fe te ha salvado, tu fe te ha sanado. En la Eucaristía decimos antes de comulgar: ‘No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme’. Entonces es la fe la que sana, es la gracia de Dios que obra. Los milagros han hecho la obra de Dios a través de nuestras vidas para darnos la posibilidad de vivir. Hoy vivimos situaciones difíciles, como enfermedades, cuando necesitamos médicos, físicamente, materialmente, pero necesitamos también la gracia de Dios, porque a veces podemos hacer todo y no hay resultado positivo. Con la gracia de Dios podemos ver qué ha pasado y nadie lo puede explicar. Hoy podemos negar esta presencia de Dios, esa gracia. Pero Dios continúa dándonos oportunidades. ‘Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda sana de tu enfermedad’. Palabras de aliento, palabras de convicción, palabras con autoridad. El hecho de decir hija de Dios, Él conoce su sufrimiento, su manera de vivir, entonces tu fe te ha salvado. Nosotros también dejamos de pensar que todo cae del cielo. Sí, la gracia de Dios cae, pero hay que aceptar, hay que enfrentar y tenemos que presentarnos como somos. Las enfermedades tenemos que presentarlas ante Dios en la oración, con verdad, con alegría y con confianza. Cuántas veces podemos orar sin confianza. La palabra ojalá no debe existir, porque cuando decimos ojalá hay dudas, pero no debemos dudar en nuestras maneras de orar. Si hay dudas, entonces podemos equivocarnos, aunque Dios está siempre para darnos esa oportunidad, esa luz, para que podamos decir aquí estamos, Dios nos da la posibilidad de vivir y enseñarnos cómo vivir. Tocamos a Jesús a través de su sacramento y de su palabra. No es necesario, como hoy hacen muchas personas, tocar objetos o tener medallas. Es la gracia de Dios la que obra, no la imagen la que sana. Cada vez que de nuestro corazón surge la expresión más honda de deseo alcanza al Señor, cosas sencillas y veraces, al mismo tiempo que el Señor se deja alcanzar con ternura y con la fuerza con la que nos invita a seguirlo como discípulos. Queremos dejar que aparezcan con fuerza los deseos que buscan a Jesús. Dios nos da a todos la oportunidad de acercarnos. Jesús no está lejos, tomó la condición humana, conoce nuestras preocupaciones, problemas. Si Jesús entra en nuestras vidas, aumenta nuestra fe, nuestra confianza, nuestra esperanza. No buscar los resultados para decir voy a orar para sanarme. Dejar a Dios que entre en nuestras vidas y darnos lo que necesitamos: si necesitamos sanación exterior, física, confiar en Dios. Por eso invitamos a la gente para que pueda participar de la celebración eucarística donde esté Cristo presente y lo tocamos a través de lo que recibimos, y vamos a recibir su cuerpo, su sangre, ese Cristo presente en la eucaristía. Hay que ir y tocar, ir y escuchar hablar para conocer su palabra de aliento, que levanta, que da fuerzas y da la posibilidad de no quedarnos en las debilidades. Que Jesús nos ayude a sanarnos de nuestras enfermedades, nuestras debilidades. Que nuestra Que la Madre nos ayude en ese tiempo de flaqueza y sobre todo de debilidad, porque la enfermedad no nos deja vivir como debe ser. Que el Señor nos haga una vez más pensar en Él y en el contacto con Él para tomar un rumbo, la vitalidad que transformó toda su fe. Señor Jesús, ayúdanos, aquí estamos, tenemos confianza en ti y esa confianza no es únicamente con los labios, sino con el corazón, con nuestras vidas. Amén.
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