Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville: La madre de la Patria
Por Eduardo Lazzari. Historiador.
MARÍQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON Y MENDEVILLE
La madre de la Patria
La historiografía argentina ha sido injusta con las mujeres que participaron de la fundación de la patria y de la guerra de la independencia. Sin duda, en los tiempos de los orígenes del país, el lugar que la sociedad daba a la mujer no le permitió ocupar los roles protagónicos que el relato de la historia ha privilegiado en la construcción del mito fundacional, donde prevalece el carácter épico e idealista, en desmedro de la participación del hombre común y de las acciones cotidianas, sólo representados como una ilustración anecdótica del tiempo pasado. Hay que decir con firmeza, sin embargo, que las últimas décadas de producción intelectual de los historiadores argentinos, ha ganado en profesionalismo, y eso permitió una amplia visión del proceso social y la participación de todos los actores fundantes de la Argentina.
Vamos a comenzar un recorrido por la biografía de las grandes mujeres argentinas, en la convicción de que la participación femenina tiñó de sensibilidad, coraje, astucia y cordialidad los tiempos en que el viejo virreinato del Río de la Plata se convirtió en las Provincias Unidas en Sudamérica, hasta los tiempos de la moderna República Argentina. Comenzaremos con la querida Mariquita Sánchez, que como muchas otras, merece ser llamada “la madre de la Patria”.
NACIMIENTO, PRIMER MATRIMONIO Y JUVENTUD
María Josepha Petrona de todos los Santos Sánchez de Velasco Trillo nació en Buenos Aires el 1 de noviembre de 1786, en el día de todos los Santos, hija de don Cecilio Sánchez de Velazco, español de Granada, y de doña Magdalena Trillo, criolla, casada en segundas nupcias después de enviudar de Manuel del Arco, con quién había tenido tres hijos que no llegaron a conocer a su media hermana.
Su padre fue la influencia fundamental para Mariquita, ya que le enseñó a leer y escribir y le dio base al carácter independiente y transgresor que la caracterizará siempre. Cuando aún no tiene quince años, se enamora de Martín Thompson, rechazando en la fiesta de compromiso al hombre que sus padres habían elegido. Ante la negativa de sus padres de aceptar a Thompson, que la internan en la casa de Ejercicios fundada por la santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, la Mamá Antula, y sobre todo de su madre, otra vez viuda en 1802, decide con su novio iniciar un juicio para que el virrey, según las nuevas leyes de Indias, autorice el casamiento. El fallo los favorece y es el primero en el Plata que aplica dichas normativas. El virrey Rafael Sobremonte permite que se casen el 20 de julio de 1804. Lo hacen en la iglesia San Francisco, y oficia el matrimonio Fray Cayetano Rodríguez, autor de la declaración de la Independencia Argentina en 1816.
En junio de 1806, la primera invasión inglesa a cargo del general Beresford y del almirante Popham toma Buenos Aires durante dos meses, y luego de la rendición de éstos ante Santiago de Liniers, el Cabildo decide remover al marqués de Sobremonte como gobernador militar del virreinato. Mariquita se encuentra entonces entre quienes defienden al virrey huido. No tendrá la misma actitud cuando el Cabildo nombre a Liniers como virrey en reemplazo de Sobremonte, luego del nuevo fracaso de éste en la defensa de Montevideo. En esos días de 1807 comienza a criar su prole: Clementina, Juan (1809), Magdalena (1811), Florencia (1812) y Albina (1815).
Su esposo forma parte del sector identificado con Mariano Moreno durante la Revolución de Mayo. Y cuando Martín participa de la logia Lautaro, junto a José de San Martín y Carlos de Alvear, ella se dedica a preparar las escarapelas que lucirán los ejércitos de José Gervasio de Artigas, en la Banda Oriental y de Manuel Belgrano, en el Alto Perú.
Sin embargo, la mayor contribución del matrimonio Thompson a la causa de la independencia argentina fueron las tertulias, esas magníficas reuniones sociales y políticas que tenían a su casa como principal lugar en Buenos Aires. Allí, y en la jabonería de Hipólito Vieytes y Nicolás Rodríguez Peña, se tomaron las decisiones fundamentales que hicieron de la revolución porteña la más sólida de todas las producidas en el imperio español americano.
Un hecho recordado largamente por generaciones de argentinos es la primera ejecución de las estrofas del Himno Nacional Argentino, poesía de Vicente López y Planes con música de Blas Parera, sin duda arreglada por Mariquita, quien era una eximia pianista, arpista y clavicordista. La tradición dice que este hecho se produjo en la casa de los Thompson, en Florida al 200. Entre sus amigos se cuentan Bernardo Monteagudo, Juan José Castelli y muchos de los hombres de 1810. El piano se halla conservado en el Museo Histórico Nacional.
En 1816, Martín viaja con una misión secreta a Norteamérica, enviado por el Congreso Constituyente. Sus objetivos eran recaudar dinero, vincularse con los revolucionarios mexicanos y negociar el apoyo de los Estados Unidos. Tarda tres meses en llegar a Nueva York y durante el viaje comienza a manifestarse la pérdida de la razón que será definitiva poco tiempo después. Remite una copia de la constitución de los Estados Unidos para que fuera estudiada por el Congreso de Tucumán y cuando se opone a la invasión portuguesa a la Banda Oriental, cosa que convenía provisoriamente al director Juan Martín de Pueyrredón en su lucha con Artigas, es cesado en su cargo. Su locura hace que sea internado en un manicomio y la vergüenza que en esos tiempos significaba una enfermedad mental, hace que Mariquita demore dos años en decidir enviar a su hijo a traer a Martín desde el norte. En el viaje de vuelta, y debido a la crueldad del capitán del barco, Thompson muere de hambre el 23 de octubre de 1819 y su cadáver descansa en el fondo del Atlántico, junto al de otro gran prócer de mayo, Mariano Moreno.
SEGUNDO MATRIMONIO Y MADUREZ
En otro notable gesto de transgresión, Mariquita se casa a los seis meses de la muerte de su esposo con el francés Jean Baptiste Washington de Mendeville, un músico que la cautivó poco tiempo antes. A pesar del escándalo que significó en aquel tiempo, el casamiento se realizó en su casa, por consejo de su confesor, fray Cayetano Rodríguez, el 20 de abril de 1820. También fue una gran audacia el hecho de que el hombre era siete años menor que Mariquita. A sólo siete meses del matrimonio, nace Julio Rufino, lo que significó otro escándalo. También tendrían a Carlos (1824) y Enrique (1825). De los hijos de Thompson, sólo Juan no aceptó a Mendeville como su padre sustituto.
La asunción de Martín Rodríguez como gobernador de la provincia de Buenos Aires significó el comienzo de una época de prosperidad y calma, sobre todo por la gestión de los ministros progresistas Manuel J. García, Francisco Fernández de la Cruz y Bernardino Rivadavia. Este le pide a Mariquita se encargue de reunir a las mujeres más importantes de la sociedad porteña para fundar la Sociedad de Beneficencia y cuando el 12 de abril de 1823 se realice la primera actividad de la institución, la señora de Mendeville será la secretaria. La sociedad se encargará de la administración de la cárcel de mujeres, las escuelas para niñas, el hospital de mujeres, la casa cuna, el colegio de huérfanos y la casa de partos públicos y ocultos.
En 1822 participan de la fundación de la sociedad Filarmónica, junto al maestro Víctor Rabaglio, ya que a la condición de instrumentista de Mariquita se suma la de cantante de Mendeville. Siguió destacándose Mariquita por su excentricidad, siendo la única mujer que viajó en el primer crucero de un barco a vapor en el río de la Plata, entre Buenos Aires y San Isidro, y haber lucido el primer tapado de piel de Buenos Aires. Corría 1825 y las tertulias en la casa de los Mendeville eran de las mejores de la ciudad porteña. Para sumar prestigio, un año después Mendeville es nombrado primer cónsul francés en las provincias Unidas.
En estos tiempos se hace muy amiga de Vicente López y Planes, Juan María Gutiérrez, Esteban Echeverría y Juan Cruz Varela. Las tertulias comienzan a convertirse en el lugar de reunión de los franceses en Buenos Aires, lo que en 1829 hará que sea atacada la casa de los Mendeville en medio de la crisis con los franceses. Mariquita enfrentará a los asaltantes pidiendo que alguno de ellos le mostrara los mismos blasones patrióticos que ella tenía. Todos retrocedieron ante ella.
SEPARACIÓN Y ANCIANIDAD
Comienza por entonces un distanciamiento con su esposo, acentuado por las largas ausencias de Mendeville por su cargo diplomático, que lo llevan a Quito y otros lugares sudamericanos y finalmente a Francia donde morirá.
Luego de los tiempos de inestabilidad de la república unitaria y la guerra contra el imperio del Brasil, asume la gobernación Juan Manuel de Rosas, y Mariquita es la encargada del discurso de bienvenida. La pieza oratoria es transcripta con modificaciones para hacerla más halagüeña hacia el gobernador. Mariquita logra que el periódico rectifique la versión, lo que marcará su relación respetuosa pero distante con Rosas. Ya por 1830 comienza a tener problemas de dinero y en 1832 es nombrada presidenta de la Sociedad de Beneficencia. Su familia empieza a dispersarse, ya que alguna de sus hijas al casarse se radica en Europa y la quiebra fraudulenta de su yerno Faustino Lezica, implica un deterioro social y más sufrimiento familiar, ya que el hermano de Faustino se suicida por el hecho y aquél es encarcelado. Sin embargo, el regreso de su hijo Juan y la vinculación que éste promueve entre su madre y los románticos de la generación del 37, le dará una atmósfera sensible y agradable a sus inquietudes políticas e intelectuales. De esos tiempos es su libro “Recuerdos del Buenos Aires virreinal” y el obsequio de su diario personal a Echeverría.
Comienza a viajar seguido a Montevideo y finalmente se radica con sus hijos allí. Ante el reclamo de Rosas por no haber sido avisado del viaje, Mariquita le contesta: “Es que te tengo miedo, Juan Manuel”. Allí mantendrá un recordado encuentro con Domingo Faustino Sarmiento, cuando éste viajaba hacia Europa, en el que el sanjuanino relata a sus amigos las sensaciones que le causó compartir la intimidad con una mujer tan seductora como Mariquita. El detalle es que él tenía 32 años, y ella, casi 60.
Regresa en 1843, permaneciendo en Buenos Aires hasta 1851. Se hallaba en la Banda Oriental cuando Urquiza vence al Restaurador de las Leyes, el 3 de febrero de 1852, en la batalla de Caseros. El Organizador la convoca para que revitalice la Sociedad de Beneficiencia, tarea que asume y que la ubica en el apoyo a Urquiza cuando el Estado de Buenos Aires decide separarse de la Confederación. Durante estos años mantiene una amarga correspondencia con su esposo, a quién no ve hace varios años, sobre todo reclamándole por la situación económica de la familia. No lo verá nunca más. Mendeville muere en Francia en 1863.
Puede decirse que es la primera promotora del divorcio en la Argentina, ya que debido a su experiencia y compartiendo la de su hijo Julio y su esposa Carolina, en julio de 1854 escribe: “Quien diablos inventó el matrimonio indisoluble. No creo esto cosa de Dios. Es una barbaridad atarlo a uno a un martirio permanente”. En 1855 se radica definitivamente en Buenos Aires. De este tiempo se recuerda cierta inestabilidad en su carácter y aspectos depresivos en su personalidad. Sin embargo, en 1861, polemiza fuertemente con su amigo Sarmiento, por las escuelas de niñas, dirigiéndole unos versos irónicos notables. De todos los hombres que fueron sus amigos, es posible sostener que muchos de ellos fueron también sus amantes. Se recuerdan cartas y comentarios sobre su enorme seducción y su magnífica condición de mujer.
Ya con 80 años, participa de la ayuda a los damnificados por la epidemia de cólera de 1866 y 1867. Sigue siendo la presidenta de la Sociedad, a la que deja de ir en junio de 1868, lo mismo que a la Merced, donde toda su vida participó de las misas. Como si supiera de su cercana muerte redacta su testamento durante los primeros días de octubre. Muere el 23 de ese mes de 1868, a los ochenta y un años, el mismo día que su primer esposo, cuarenta y nueve años después. El cortejo fúnebre fue de los más concurridos de su tiempo y durante bastantes meses fue sepultada en el mausoleo familiar de los Lezica. Finalmente su sepultura, un túmulo de excelente factura en mármol de Carrara, frente al Panteón de los Ciudadanos Meritorios, ocupa un lugar relevante en el cementerio de la Recoleta, tal como sin duda le hubiera gustado a ella.
Se conserva su casa en San Isidro convertida en un museo municipal y algunas calles del país la conmemoran, pero falta aún el gran homenaje que merece por su participación en la fundación de la Patria y el nacimiento de la República.