ANÉCDOTAS DE LA HISTORIA

Arturo Umberto Illia, el presidente que fue confundido por muchos

Por Eduardo Lazzari, historiador.

El título de este artículo tiene el propósito de utilizar la riqueza de nuestro idioma para permitir varias interpretaciones. Por eso vale aclarar desde el principio su sentido. La figura política e histórica de Arturo Illia ha sido revalorizada a lo largo de los años por varias razones, entre ellas, por la comparación con quienes lo sucedieron, constitucionalmente o no, en el ejercicio de la presidencia de la Nación. Y hay que decir que en su tiempo, muchos protagonistas de la vida argentina no supieron interpretar en su justa medida las acciones y las intenciones de su gobierno. Es decir que los confundidos fueron quieren eran los observadores de los años de Illia presidente.

Este es el sentido de estas letras escritas. Pergamino: infancia y estudios Arturo Umberto Illia nace en las afueras de la ciudad bonaerense de Pergamino, en los albores del siglo XX, el 4 de agosto de 1900. Fue bautizado por sus padres, don Martín y doña Emma Francesconi, ambos lombardos, en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, al año y medio de edad.

Familia numerosa como era común entre los inmigrantes, Arturo tuvo trece hermanos, sumados los tres del matrimonio anterior de su padre. Estudió la primaria en dos escuelas públicas de Pergamino y el secundario en el colegio salesiano Pío IX de Buenos Aires, donde habían estudiado Carlos Gardel y Ceferino Namuncurá.

Se recibió de médico en la Universidad Nacional de Buenos Aires, siendo el único presidente argentino de esta profesión, muy habitual en los gobernadores de provincia. Como conscripto fue granadero, y en ese carácter, conoció al presidente Hipólito Yrigoyen, encuentro que marcaría para siempre la vida política de Illia.

Cruz del Eje: trabajo, matrimonio y política

En 1929 se muda a Cruz del Eje, y comienza su larga tarea como médico de los ferroviarios, tarea que desempeñará hasta su llegada a la presidencia en 1963. Sólo interrumpió su trabajo cuando fue vicegobernador de Córdoba. Su primer cargo público fue como senador provincial en 1936, votando entonces la ley de reforma agraria. En 1939 se casó con la cordobesa Silvia Martorell, con quien tendrá tres hijos: Emma, Martín y Leandro. Adherente al radicalismo encabezado por Amadeo Sabattini, se convierte en el segundo de Santiago del Castillo, que es elegido gobernador cordobés en 1940. Fue derrocado en 1943.

En 1948 fue elegido diputado nacional por Córdoba. Luego de la fractura de la UCR en intransigentes y del pueblo, Illia se mantuvo entre estos últimos. Y su camino a la presidencia se allanó en las elecciones de 1963, luego de la caída de Frondizi y el extraño gobierno de Guido. Su compañero de fórmula era el entrerriano Carlos Perette. Ante la proscripción vigente del peronismo, la UCRP triunfó con el 25 % de los votos. El voto en blanco superó el 20%. Esto significó una debilidad de origen que complicó mucho al gobierno recién electo. Vale destacar que sus tempranas canas le valieron siempre ser mayor a la edad que realmente tenía.

Buenos Aires: presidencia y ostracismo

Arturo Umberto Illia asumió la presidencia el 12 de octubre de 1963. El radicalismo acompañó su gobierno pero Balbín, presidente del partido, retaceó su apoyo en algunos momentos críticos. Su obra de gobierno puede resumirse en la creación del salario mínimo, vital y móvil, la resolución 65 de las Naciones Unidas que reconoció la existencia de la disputa territorial por las islas Malvinas e intimó a Gran Bretaña a iniciar negociaciones, la ley de medicamentos redactada por su ministro de Salud Pública Arturo Oñativia, la mejora de todas las variables de la economía nacional y el lanzamiento del plan nacional de alfabetización.

Fueron muy discutidas algunas de sus medidas como la anulación de los contratos petroleros firmados en la presidencia de Frondizi, el mantenimiento de la prohibición del regreso al país de Juan Domingo Perón y sobre todo, las tensiones enormes producidas por el enfrentamiento entre sus enemigos implacables: los sindicatos peronistas y los militares antiperonistas, que extrañamente coincidían en la crítica a Illia, al igual que algunos sectores económicos afectados por las medidas tomadas. La tarea de alguna prensa en contra del gobierno ayudó a crear las condiciones para su derrocamiento. En esos años, la provincia de Santiago del Estero fue gobernada por Benjamín Zavalía, abogado perteneciente al partido del presidente. Son los años de la inauguración del dique del Río Hondo, la crea-ción de la obra social de los empleados públicos y el primer plan de electrificación rural. En el Senado Argentino se destacó la figura de José Castiglione.

Finalmente, el 28 de junio de 1966, un golpe de Estado encabezado por Julio Alsogaray y Juan Carlos Onganía lo echó del poder. Uno de los complotados, el coronel Perlinger, muchos años después, le pidió perdón a través de una carta pública. Su hija Emma lo acompañaba, junto a algunos radicales, en el despacho presidencial. Quiso manotear la pistola de Alsogaray, pero no para quitársela, sino para dispararle al sublevado. Illia fue el único presidente derrocado que no fue preso ni exiliado. Salió por sus propios medios de la Casa Rosada y en un taxi se fue rumbo al domicilio de su hermano. Nadie se atrevió a detenerlo. Pero también fueron demasiado pocos quienes lo defendieron. A dos meses de su derrocamiento moriría su esposa, luego de una larga agonía. Vale recordar que Illia renunció a su pensión como presidente y presentó un inventario de sus bienes: casa, consultorio, tres trajes, dos sacos y diez corbatas. El auto lo había vendido.

Muerte y homenajes

Retirado de la política, ocasionalmente “despuntaba el vicio”, dando charlas. Volvió a su consultorio cordobés. También atendió una panadería. El 18 de enero de 1983 murió en Córdoba, y a pesar de su voluntad de ser sepultado en Cruz del Eje, sus restos reposan, junto a Alem, Yrigoyen, Beiró y Elpidio González en el panteón de los Revolucionarios del 90, en el cementerio de la Recoleta. Su casa en Cruz del Eje es un museo en su homenaje, y muchas calles, avenidas e incluso una autopista porteña llevan su nombre. Una ambulancia sobre rieles que usaba Illia en su trabajo está abandonada esperando su restauración. La creciente valoración de su persona y de sus gestiones de gobierno es un testimonio de justicia histórica. El “apóstol de los pobres”, como lo llamaban en su pueblo, es reivindicado por aquellos, que a más de medio siglo, recuerdan la abnegación y el esfuerzo por la salud de don Arturo, entre ellos el gran cantante Jairo, a quien Illia iba a curar de noche, en piyama y llevando los medicamentos.

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