En lo profundo del monte, vive una alquimista de los colores de las telas loretanas
Fotos y textos: Julio José Jozami (de la redacción de EL LIBERAL)
El serpenteante camino que parte hacia el oeste desde el kilómetro 1037 de la ruta nacional Nº 9 está siendo enripiado. Es el departamento Loreto, Santiago del Estero. Meterse a andar por este gran sendero de quietud, apacigua el alma. Una parte transcurre por el seco cauce de un viejo brazo del río Namby, a pocos kilómetros se encuentra el antiguo límite entre el País de la Selva (1907) de Ricardo Rojas, la cabecera norte de las blancas Salinas de Ambargasta. Allí, casi mágicamente se presenta un pequeño espacio que comparten la Escuela Nº 904, la Capilla dedicada a San Gregorio, el edificio del Registro Civil, el Destacamento Policial y una Posta Sanitaria que genera un importante centro comunitario.
Esta región es habitada por más de 30 familias que trabajan creando artesanías en telar de palo. Todas ellas tienen muchas cosas en común, igual que las coloridas hebras que entrelazan pacientemente en sus teleras. Su cotidianidad se torna extraordinaria cuando organizan eventos religiosos y culturales.
Es otro Santiago del Estero. El que deslumbra por su sencillez y su milenario valor creativo. Todas las teleras de la región son reconocidas a nivel nacional, muchos de sus trabajos cruzaron los océanos para llegar a diversos lugares del mundo y, a la vera de la ruta 9 forman un colorido jardín en medio del paisaje agreste.