SAN ANDRÉS, JIMÉNEZ

"Si me pasa algo en el mar, vieja, preparate porque de mí quizá sólo te traerán una bandera"

David Adolfo Melián nació a 155 kilómetros de la capital. Historia del niño pobre que se inventó a sí mismo.

"A las diez de la mañana nos llegó la noticia. Tengo un dolor en el alma", llora Marcela Melián, hermana de David Adolfo Melián, el marinero santiagueño que integraba los 44 tripulantes del Ara San Juan.

"Aquí todo nos cuesta el doble. De chiquito trabajaba ayudando con las cabras, vacas o en los campamentos. Pero siempre supo que su vida cambiaría con una carrera militar".

San Andrés se sitúa a 155 kilómetros de la capital, a 15 de El Bobadal (tierra suelta), Jiménez.

Marcela desgrana la rica historia de David. Sólo se detiene para enjugar las lágrimas.

Cuenta que estudió la primaria en la escuela San Andrés de Giles y que a los 12 agarró una bicicleta, rumbo a El Bobadal.

"Todo chico que deseaba una mejor vida debía irse. Durante 5 años, los fines de semana David pedaleaba 40 kilómetros para ir y volver a casa".

Amplía: "Quizá la carrera militar nació por influencia de parientes: como mi tía paterna Azulina Melián, Lic, en enfermería que vive en Buenos Aires".

La decisión vital

La decisión que le cambiaría la vida llegó cuando acordó con su primo José Daniel Guerra salir a destroncar (trabajo duro con los árboles) para ahorrar y pagar su ingreso a la carrera.

"En Clodomira los preparó la profesora Miryam Paz, en Física, Química y Matemáticas. Fueron y aprobaron en Tucumán. Así, los aceptaron".

Tres años estudiaron en Bahía Blanca y se convirtieron en militares. "Sé que José por ahí quería tirar la toalla, pero David le pedía que aguante, que podrían llegar y mejorar sus vidas", amplía Marcela.

Mientras, los padres de David (Francisca Soria y Pedro Adel Melián) guardaban para sí la nostalgia, ya que imperaba el sueño del hijo apodado Zurdo.

"David venía siempre que podía. En diciembre, seguro por un mes. Después, una o dos semanas. Vino a vernos en septiembre. Estaba contento. Tenía ya su autito y compró un departamento", relata su hermana.

E.L: "¿Cómo era tu hermano y en qué le sumaba la marina?

"Mi hermano era serio, pero ojo no crean aburrido. Digamos, responsable y muy alegre. Hablaba poco, casi lo justo".

Recuerda charlas con su madre. "Si me pasa algo en el mar vieja, preparate porque de mí quizá sólo te traerán una bandera", solía decirle.

Marcela no desea leer en esa definición premonición alguna. Más bien, juzga, delata que David conocía los riesgos que el agua le insumía.

De todos modos, hoy es imposible procesar el dolor desde la entereza y un justo medio.

"Nuestra madre y dos hermanos están en la base de Mar del Plata con dos hermanos más. Hoy (ayer) hablamos y lloramos por celular".

Confiesa la mujer que en todo el días (jueves) nos visita la gente. Viene a acompañarnos. Es su modo de decirnos que no estamos solos. Si es muy necesario, mi padre viajará. Él a su manera mitigará, o no, lo que nos pasó. Esto es muy doloroso; un golpe que mató nuestra esperanza de tenerlo de vuelta".

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