ANÉCDOTAS DE NUESTRA HISTORIA - EL VIEJO GENERAL Y LA MADAMA

El amor otoñal de Julio Argentino Roca

17 de julio de 1843. La provincia de Tucumán era gobernada por Celedonio Gutiérrez. Y en Las Talitas, el coronel José Segundo Roca, compartía con su esposa, Agustina Paz, la alegría por la llegada de su tercer hijo: Alejo.

Al bautizarlo, en un acto de reafirmación patriótica, le agrego al nombre elegido Julio Argentino, en memoria de la Independencia de 1816. Fue criado en una familia de ocho hermanos, siete varones. Desde pequeño, Julio mostró vocación militar, acentuada por su admiración hacia el padre.

Será destinado al Colegio del Uruguay, idea de Urquiza concretada como la primera escuela laica del país. El entrerriano pidió a cada provincia, imitando a Rivadavia y su Colegio de Ciencias Morales, un par de jóvenes con la expectativa de construir una élite intelectual para el país que se venía.

Corría 1855. En Concepción del Uruguay, Roca dio muestras de picardía y astucia que le valieron el mote que llevaría para siempre: “el Zorro”. Elegirá las artes militares, y su fidelidad al jefe, por entonces Urquiza, se hará costumbre y lo llevará a combatir siempre del lado de la Constitución y la ley. Nunca participó de movimientos revolucionarios ni de intrigas militares.

Para conspiraciones y misterios estaba la política, y a ella se dedicó con pasión, sin resignar nunca su carácter militar. Combatió en Cepeda y en Pavón. A fines de la década de 1860, volvió a su tierra natal y tuvo un arrebatado romance con Ignacia Robles, a la que dejó sin saber que estaba embarazada. Mucho tiempo después su hija lo buscaría y lo encontraría en su casa.

El mayordomo la atendió, y cuando Roca le pregunto su parecer, Gumersindo le dijo: “Esta mujer dice que es su hija, y la verdad, es igual a usted”. Roca y Carmen mantuvieron una relación bastante cordial para siempre. Luchó en el ejército aliado durante la Guerra de la Triple Alianza, contra el Paraguay.

Participó de la represión a las revoluciones de 1874 y 1880. Llegó a ser el general más joven del país, con 31 años, logrando todos sus ascensos en combate. Destinado a la frontera sur, en la lucha contra los indios, conoció a su esposa: Clara Funes, hija de una de las familias ancestrales de la “Docta”. Con Clara tuvo un matrimonio formalmente cordial, pero sin demasiada pasión. Nacieron siete hijos, llegando seis a edad adulta: cinco mujeres y un varón.

Roca enviudaría en 1890. Fue ministro de guerra y la realización de la campaña al desierto, ordenada por el presidente Nicolás Avellaneda, en cumplimiento de una ley del Congreso Nacional, lo catapultó a la presidencia en 1880. Fue, hasta hoy, el hombre que más tiempo ocupó la primera magistratura (12 años completos) y su obra de gobierno fue gigantesca.

Entre 1880 y 1904, cuando terminó su segunda presidencia, la Argentina cuadruplicó su población, multiplicó por diez su red ferroviaria, se convirtió en el primer exportador de granos, y diseñó uno de los mejores sistemas educativos del mundo. La marina de guerra se convirtió en la más poderosa de la región.

Todas las capitales de provincia tuvieron agua corriente. Una vez terminada cada presidencia, Roca viajó a Europa, pensando que la presencia en el país del presidente retirado era una incomodidad, al menos, para el nuevo mandatario. Así pudo comparar el progreso argentino entre 1880 y 1904, ya que en su segundo viaje, su comitiva fue objeto de múltiples homenajes, a pesar de no revestir ningún cargo público.

Roca lo tomaba como un reconocimiento de los países europeos a los notables avances económicos, sociales y políticos que la Argentina había conseguido en tan pocos años. En su entrevista con el rey de Inglaterra, Eduardo VII, y hablando de bueyes perdidos, comentaron que el argentino no hablaba muy bien inglés. Así fue que el inglés le recomendó lo siguiente: “Better a bed teacher, not a bad teacher” (Mejor un profesor de cama, que un mal profesor) haciendo un juego de palabras.

Le propuso tener una amante. Durante una temporada de descanso en Niza, Roca observó que una dama joven y bella miraba en lontananza, como huyendo de un recuerdo, en el vestíbulo del hotel.

Galante, le envió un ramo de flores, que fue aceptado, y así nació su relación con Elena, una rumana que se convirtió en el amor otoñal del viejo general. Viajaron juntos por Europa, y finalmente llegaron a la capital argentina, desde donde se fueron a “La Larga”, la estancia que la provincia de Buenos Aires le entregara al conquistador del desierto, en pago por sus servicios, en la zona de Daireaux.

Allí, Roca ordenó construir una casa, a mil metros del casco familiar, para su amada. Aún hoy se la conoce como la “casa de la madama”. Él la visitaba discretamente, pero el romance trascendió y sus hijas tomaron cartas en el asunto. Le pidieron una reunión al padre y le requirieron acabar con la relación ya que era un escándalo, tratándose de una figura pública.

El “Zorro” las miró con cariño, y solucionó el tema con facilidad: “Tienen razón, voy a casarme con esa señora”. Las hijas, perplejas, se retiraron y no volvieron a tratar el asunto. Y Roca aumentó su discreción. El 19 de octubre de 1914 murió Julio Argentino Roca en su casa de Buenos Aires.

Quedaron pendientes dos asuntos: el reconocimiento legal de su hija Carmen y la situación de su amada Elena. Los hijos fueron implacables: a Carmen la excluyeron de la herencia luego de un largo juicio sucesorio; y a Elena la desalojaron de la casa que el viejo general le había regalado.

Quizá el incendio del casco de la estancia “La Larga” haya sido una venganza deseada por la amante del general. La casa de la madama aún sigue en pie. Un amor otoñal que hubiera merecido mejor suerte.

El amor de Roca con Guillermina de Oliveira César queda para otro relato, ya que trascendió a todos los otros amores del general. 

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