ANÉCDOTAS DEL TAXI | Amor de abuela
Por Victor David Bukret
El monte no me dejó ver la casa, pero supongo que se trataría de un ranchito. Ella no me hizo seña. Fueron dos niños. Una nena y un varón, con los mocos hasta el piso, que agitaban sus manitos en el cordón de la avenida.
La viejita apareció luego, con un bastón de caña, desde el sendero izquierdo. Amablemente me pidió que la llevara hasta un barrio distante, en el extremo Oeste de la ciudad.
Llevaba una bolsa del tipo mercado, con algo que podría ser un animal recién faenado.
Me advierte que al llegar a destino, la tenía que esperar unos minutos, para traerla de regreso al lugar de origen.
-No hay problema madre, con gusto la espero.
En el domicilio que llegamos, fue atendida, en la puerta, por una mujer más joven que ella. Primero sólo con la puerta semi abierta.
Desde donde detuve el auto, no se escuchaba el diálogo, pero se notaba la negación de la dueña de casa. Al instante la anciana regresó al auto, y me pidió que volviéramos. Todo el trayecto en un incómodo silencio, que respeté.
Bajó del auto, me pidió que aguarde, se internó en el monte, y los mismos niños, ahora con la carita ya lavada, me vinieron a preguntar:
-¿Dice mi abuela si le puede pagar con un pan casero?
Cerré el auto, y les pedí que me acompañen.
Ciertamente había un rancho, y la abuela avergonzada y con los ojos llorosos, me ofrecía llevar todos los panes que se enfriaban en una lata. Le dije que si ella quería, con uno solo bastaba.
No tienen idea el sabor a ternura que tenía ese pan, y que bendijo la mesa de mi casa.
(Las dos gallinas también le compré, y por varias semanas me banqué que mi mujer rellene todo con "pollo" ja ja ja)...