Filicidio, el acto de asesinar a un hijo, analizado por una especialista santiagueña
Por Teresita Graciela Ruiz - Lic. en Psicología (*)
La muerte en sí misma, aún la que podemos explicar por enfermedad, accidente o vejez es incomprensible, cada uno construye sentidos alrededor de este vacío, de este sinsentido al que ni siquiera podemos imaginar. Entre la cantidad de actos de compleja explicación que algunas personas pueden cometer, asesinar es uno de ellos. Que la víctima mortal sea un niño, vuelve al hecho más cruel y estremecedor. Pero que ese pequeño sea el propio hijo, no tiene calificativos. Apenas una palabra pudo inventarse para darle un marco y tratar de entender esa aberración: filicidio. Muchos se preguntan por qué el instinto materno no operó para limitar estos actos. Lo que sucede es que la maternidad no es un instinto. Ser madre no viene inscripto genéticamente, no depende de la biología ni son suficientes siempre los mandatos culturales, sino que más bien se relaciona con la historia de cada sujeto, con el modo en que fue amado, deseado, o no lo fue. En la historia El filicidio es un acto que ha estado presente en la historia del ser humano y en toda cultura. Una muestra de ello lo encontramos en el mito griego de Edipo Rey, quien es condenado a morir por sus propios padres; y en el de Medea, quien para vengarse del abandono de su esposo le quita su bien más preciado matando a sus hijos. La guerra, enviar a los hijos a la guerra también podría considerarse un filicidio velado. Los castigos corporales, los maltratos psicológicos, el abandono, la mutilación, la mortificación real o simbólica de los hijos en sus más variadas expresiones constituyen prácticas igualmente universales desde los albores de la humanidad. La conducta destructiva de los padres aparece entonces en un amplio espectro que varía desde el rechazo o desconsideración, hasta actitudes directas que alcanzan la matanza del niño. De esta manera no existe nada más socialmente rechazado y castigado que el filicidio, tanto en sus formas violentas como atenuadas. Algunos ¿motivos? Dar una respuesta a qué es lo que lleva a cometer estos asesinatos sólo es posible tomando el discurso de quien comete este acto. Solo uno por uno, caso por caso es posible acercarnos un poco a una explicación. Las respuestas universales no existen. Aclarado esto, es posible enumerar sólo algunas: - Hay mujeres que matan a sus hijos en homicidios sustitutivos: en vez de matar, por ejemplo al cónyuge, matan al hijo que recuerda el objeto de su odio. - Tamb i é n p u e d e s e r efecto de alucinaciones psicóticas que ordenan matar. - El filicidio puede ser accidental, la muerte del niño por parte de sus padres no es intencionada, sino es debido a múltiples maltratos y abuso infantil. - La venganza es otros de las motivaciones. Estas mujeres Medeas que siempre existieron, demandan infinitamente ser amadas, y cuando no obtienen lo que piden o pierden a su hombre, se pierden. Parafraseando el nombre del programa radial del periodista y escritor Alejandro Dolina, podemos decir "La venganza será terrible", pues buscan destruir al otro, matando lo que ellos aman. Los hijos, considerados "hijos de él", amados por él no son subjetivados como propios en ese acto. Matan a los hijos de "su hombre", porque saben que así les arrebatan lo más preciado. En muchos de estos casos hay que destacar que el niño no ocupa el lugar de un sujeto amado y deseado, sino de un objeto del cual se es propietario absoluto y con el que se tiene derecho a hacer lo que se quiera sin límite. Los psicoanalistas Sigmund Freud y Jacques Lacan nos enseñan que lo ilimitado, lo imposible de nombrar e imaginar es parte del ser humano y hace estragos allí donde menos se lo espera. Hasta aquí la referenc i a a l o s u bj e t i vo . Pe r o hay otro aspecto que como psicoanalistas no podemos dejar de preguntarnos ¿cuál es la responsabilidad de quienes, si bien no cometieron el terrible acto, no pudieron advertir el grave peligro? Como en tantas situaciones de maltrato verbal o físico, los signos están (amenazas explícitas, internaciones, denuncias del padre, pedidos de las hermanas, etc.). Es necesario que como ciudadanos, como integrantes de instituciones de salud, judiciales, escolares y otras, nos preguntemos por qué "oímos", pero no "escuchamos" estas advertencias. Implicarnos, interrogarnos, asumir la cuota de responsabilidad que a cada quien nos compete desde nuestros lugares en la sociedad, podría contribuir a que estas tragedias disminuyan.