Madre: tiempos de hijos (I)
¡Bien día! “Hoy es el
tiempo: los hijos no esperan”.
Es una página adaptada
de Beverly LaHaye. Es
algo extensa y no puedo reproducirla
toda; pero lo haré
en dos entregas sucesivas:
“Hay un tiempo... para
anticipar la llegada del bebé,
consultar al médico, hacer
dieta y ejercicios, y ver cómo
se va modificando mi perfil.
Para preparar el ajuar. Para
soñar lo que ese niño puede
llegar a ser cuando crezca.
Para pedirle a Dios que
me enseñe a criar al hijo que
llevo en mis entrañas. Para
preparar mi alma y para alimentar
la suya...
Hay un tiempo... para
alimentarlo durante la
noche, calmar sus pequeños
dolores y esforzarse para
sacarle una sonrisa. Para
mecerlo y pasearlo para
la habitación. Para modelar
con paciencia su voluntad
cuando todavía no se
ha hecho presente la razón.
Para mostrarle que su nuevo
mundo es difícil y exigente,
pero que también tiene
mucho de amor y de esperanza.
Para contemplarlo
y maravillarme por lo que
en realidad es: ni mascota,
ni juguete, sino una persona
diferente a mí misma, un
ser creado a la imagen divina.
Para reflexionar acerca
de mi mayordomía sobre
él: no me pertenece, no
es mío, sólo he sido elegida
para amarlo, educarlo, disfrutarlo.
Hay un tiempo... para tenerlo
en mis brazos y contarle
la historia más hermosa
que jamás haya oído. Para
enseñarle que Dios existe
en el cielo, en la tierra, en
cada detalle de la naturaleza
y de su cuerpo. Para enseñarle
a sentir asombro y
a emocionarse por las cosas
que realmente lo merecen.
Para dejar de lado los platos
sucios y llevarlo al parque
para que pueda correr, respirar
a pleno pulmón, mirar
la luna, sentir la lluvia sobre
su cabeza y descubrir cada
secreto de la naturaleza. Para
jugar con él una carrera,
hacerle un dibujo, atraparle
una mariposa y darle todo
el alegre compañerismo que
necesita. Para enseñarle el
camino de la verdad y enseñarle
a amar a Dios con sus
sentimientos de niño.
El tiempo es corto, y si
me descuido se esfumará,
porque los hijos no esperan...”.
¡Hasta mañana!