Tradición
Todo tiempo pasado fue mejor, dicen los nostálgicos. Todo tiempo futuro será mejor, dicen los optimistas. En realidad, como puede leerse en un tapial, “todo tiempo pasado no fue ni mejor ni peor: fue ayer”. Y tampoco el futuro será necesariamente mejor ni peor: será mañana. La diferencia entre el pasado y el futuro es que el pasado no puede cambiarse, mientras el futuro sí.
Es importante pues ubicarnos en el presente con visión de futuro, pero sin menospreciar los aportes del ayer. “Para obrar con cordura en el presente, tengo puesto un oído en el pasado”, escribía sabiamente Campoamor. Ramón María del Valle-Inclán dice que “sólo las obras cargadas de tradición están cargadas de futuro”.
Muy cercana a este pensamiento es la clásica expresión de Nicolás Avellaneda: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos”. ¿Y los versos de Machado? “¡Ay del pueblo que olvida su pasado!/ Y a ignorar su prosapia se condena!/ Ay del que sueña comenzar la Historia/ y amigo de inauditas novedades/ desoye la lección de las edades/ y renuncia al poder de la memoria!”.
Tradición y memoria van íntimamente unidas, porque la tradición no hace más que recoger la memoria de los tiempos transcurridos. Lo decía Ricardo Rojas: “La tradición de la memoria colectiva de un pueblo, y como tal llega a ser profundamente precioso de la nacionalidad”.
Para que la tradición constituya el fundamento precioso de la nacionalidad es preciso que se distinga entre lo bueno y lo malo del ayer. No basta decir pasado para decir bueno. Hay que saber rescatar lo positivo, sin dejarse atrapar por las escorias.
En un día como hoy, dedicado a la tradición, es importante revivir la mejor historia de nuestra patria. Allí están nuestras raíces, allí también está nuestro futuro. Como alguien escribió con sensatez: “Si un hombre vive del pasado, desperdicia su presente. Pero si un hombre ignora su pasado, tal vez desperdicie su futuro”.
¡Buen mañana!