OPINA SANTIAGO

El arrepentimiento

Por el padre Gilbert - Párroco Ma. Auxiliadora

Hoy quiero referirme a un tema que a veces no tratamos: el arrepentimiento. Estamos en el Año de la Misericordia y si hablamos de misericordia tenemos que hablar también de arrepentimiento.

El arrepentimiento es el pesar que se siente por haber hecho una cosa que no se considera buena o adecuada. Es el pesar que una persona siente por algo que ha hecho, dicho o dejado de hacer. Quien se arrepiente cambia de opinión o deja de ser consecuente con un determinado compromiso.

En un sentido religioso, para nosotros los cristianos, el arrepentimiento consiste en reconocer los pecados, cambiar de actitud y pedir perdón a Dios. Siempre cuando celebramos la misa, antes de entrar en ese espíritu de oración, hay que arrepentirse y pedir perdón.

En la Iglesia Católica se asocia el arrepentimiento al sacramento de la Confesión o Penitencia, a través del cual el fiel confiesa sus pecados a un sacerdote, quien en nombre de Dios Trinidad le otorga la absolución.

El arrepentimiento es mucho más que apartarse del pecado y no volver a cometerlo, ya que implica un verdadero cambio en la mente de quien ha obrado mal. A veces decimos “me voy a confesar para comulgar”, pero no es así, porque no es una formalidad, es una vida.

La Biblia considera que arrepentirse tiene como consecuencia un cambio en la conducta, una auténtica conversión a Dios. Muchos dicen que el arrepentimiento es como volverse del pecado, pero en la Biblia, la palabra arrepentirse significa cambiar tu mente. “El verdadero arrepentimiento tendrá como resultado un cambio de conducta” (Lc. 3, 8-14; Hechos 3, 19, Hechos 26, 20). Anuncia que se arrepientan y conviertan a Dios, como hacíamos en un momento cuando empezábamos la Cuaresma y decíamos “arrepiéntase para llegar a una conversión sincera”, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Para hacer estas obras se debe cambiar de mentalidad, que resulta en un cambio de acciones y actitudes.

El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador. Incluye que el pecador asuma la culpa de condición pecador ante Dios y ponerse del lado de él en contra de sí mismo. Esto quiere decir que hay que asumir el pecado, debo reconocer que he pecado, que he hecho algo malo; reconocer y no culpar a los demás. Somos responsables, nadie nos puede obligar a hacer algo.

El arrepentimiento lleva a confesar los pecados, por eso antes de ir a confersarse y recibir la absolución hay que hacer un examen de conciencia, saber si ha hecho cosas buenas o malas, no presentarse delante de un sacerdote u obispo y no saber qué se va a decir. Hay que reconocer lo que se ha hecho, no escondiendo nada.

El pecador se hace responsable de sus pecados y abre su corazón a Dios, toma la determinación de no volver a hacerlo.

Hay personas que van cada semana o mes a confesar y repiten las misas cosas. Si se va repetir lo mismo, entonces no hemos llegado a entender lo que es el arrepentimiento y la confesión.

El arrepentimiento es esencial para nuestra felicidad en esta vida y por toda la eternidad, que quiere decir que después de reconocer, de ver lo que he hecho voy a cambiar de mentalidad, voy a vivir esta paz y tranquilidad. Es mucho más que limitarse a reconocer que se ha obrado mal, es un cambio en la manera de pensar y el corazón que brinda una nueva perspectiva de Dios. Lo motivo el amor a Dios y el deseo sincero de obrar de acuerdo a su voluntad.

Estamos todos en este Año de la Misericordia y se habla de indulgencia plena, pero debemos llegar a reconocer que como seres humanos somos todos pecadores. Pero ¿cuál es mi pecado hoy? ¿Qué voy a hacer? No se debe tener miedo ni vergüenza al sacerdote. El sacerdote no está para condenar, porque también es un pecador; está para recibir y mostrar cuál es el camino que pueden hacer para mejorar sus vidas, su relación con Dios y con los demás.

Vamos a orar para que podamos llegar a reconocernos como pecadores, reconocer lo que hemos hecho contrario al espíritu de Dios Trinidad y presentarnos a Él como ha hecho ese Hijo Pródigo para que su padre lo reciba para hacer la fiesta con él.

Nosotros después del arrepentimiento y de la Confesión celebramos la misa para hacer la fiesta para vivir con alegría, porque la presencia de Dios es alegría, paz y tranquilidad.

Que Nuestra Madre nos ayude en este camino de conversión, de esa manera volver a Dios y dar testimonio que Dios es bondadoso, lento a enojarse y que da su gracia para salvarnos.

Que este domingo no sea un día más, sino un domingo para que podamos ser hombres y mujeres nuevos con la gracia de Dios.

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