Poli lloró ante Mama Antula y le pidió perdón por el tormento sufrido en Buenos Aires
"Los porteños la tratamos mal, la apedreamos, la llamamos loca", dijo el Arzobispo durante la celebración en la Catedral Basílica. Entre lágrimas dio su sentida homilía.
La beatificación de Mama Antula ya es un hecho, y en la Catedral Basílica cientos de fieles se congregaron para participar de la misa en acción de gracias que se celebró a 24 horas de la ceremonia que enalteció la figura de la sierva de Dios. El objetivo fue elevar oraciones para agradecer el nombramiento a María Antonia de Paz y Figueroa.
El arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado, Mario Aurelio Poli, presidió la ceremonia en la cual participaron también el obispo de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic; el obispo de Quilmes, monseñor José Tissera, y dos obispos que recibieron calurosas muestras de afecto de quienes los conocían por haberse desempeñado en esta provincia: monseñor Ariel Torrado Mosconi, hoy obispo de Nueve de Julio, hasta hace poco auxiliar de Santiago, y monseñor Antonio Baseotto, quien fue obispo de Añatuya.
Concelebraron también unos veinte sacerdotes. El cardenal Poli tuvo a su cargo la homilía y emocionó a todos los presentes cuando, entre lágrimas y casi sin poder hablar, pidió perdón a Mama Antula por el tormento que sufrió la beata cuando llegó a Buenos Aires. "Me apropio un sentimiento, ella no pensaba que aquí iba a padecer, pero quiero hacer público y pedirle perdón porque los porteños la tratamos mal, la apedreamos, la llamamos loca.
Pero bastó un tiempo para que su dulzura y su grandeza de alma nos conquistase hasta el día de hoy, y esa es otra enseñanza. Ahí está Mama Antula luchando por la inclusión de todos. Su labor fue muy importante para nuestra patria. Ella no vio cómo se concretaban los anhelos de la causa americana; murió casi 11 años antes, pero cuánto hizo por la patria", dijo Poli, haciendo varias pausas porque el llanto y la emoción no le permitían hablar. Y en su sencillo mensaje en el que se conmovió hasta las lágrimas, pidió a los fieles presentes que cerraran los ojos y emocionado dijo: "Fue una mujer que caminó muchos kilómetros descalza, su peregrinación fue el gesto profético de una mujer bautizada fuerte, en contra de todo lo establecido en ese momento. Salió movida por la gloria de Dios en nuestras almas. Logrando que hombres y mujeres de todas las clases sociales se reconocieran como hermanos. Eso logró esta mujer".
Más adelante, en su emotiva homilía, rezó: "El tiempo es la paciencia de Dios", dijo, aludiendo a los más de dos siglos que pasaron entre la muerte de Mama Antula y su beatificación. Señaló que las hermanas de su congregación están en la misma Santa Casa de Ejercicios que ella levantó, casi el único edificio que queda de esa época en Buenos Aires. Y allí hoy, más de dos siglos después, cientos de chicos y chicas "gozan de ese lugar para encontrarse con Dios y consigo mismos". "A nosotros, que a veces dejamos el lenguaje de la esperanza, que a veces postergamos las cosas del espíritu, ayer (en la beatificación) se nos volvió a decir: primero, Dios. En tu vida, primero Dios".
Con los presentes
El arzobispo de Buenos Aires aprovechó la ocasión y quiso desafiar a los presentes, que atentos seguían su mensaje. En un principio proclamó: "Primero Dios" y los animó: "¿Se animan a repetir: primero Dios?". Dos veces requirió esa respuesta, que todos concretaron. Y aconsejó: "No nos olvidemos". Y volvió a precisar que era así sin dejar de tener los pies sobre la tierra, que fue una mujer práctica, que no se evadió del mundo. Luego animó a todos a cerrar los ojos un poquito y pensar. "Ahí va mama Antula, pasa por esos caminos de polvo y espanto del siglo XVIII. Y asombraba a quienes no sabían de la tenacidad de sus gestos proféticos. Fue una mujer fuerte movida por una causa superior: la gloria de Dios en las almas".
Al destacar su influjo sobre muchas personas con anhelos por la causa americana que se concretaron pocos años después de su muerte, comentó que Manuel Belgrano la conoció e hizo diez veces ejercicios espirituales de varios días. Finalmente, Poli agradeció al pueblo santiagueño que ha contagiado su alegría a los visitantes, la alegría santificante de una beatificación. Y estimó: "Nadie mejor que un santiagueño para saber lo que le costó a ella dejar su tierra y sus afectos. Aunque nunca pudo volver en su vida terrena, lo hace ahora para asegurar a sus hermanos un camino seguro hacia el cielo".
Agradecimiento
Al concluir la misa, monseñor Vicente Bokalic agradeció a todos y al papa Francisco, "que quiso que la beatificación se realizara aquí". Dijo que esa misma mañana, al rezar el Angelus, el Papa mencionó la beatificación de María Antonia de San José realizada el día antes en Santiago, y pidió que su ejemplo mueva a unirse más a Cristo y al Evangelio. Un gran fervor y alegría se tradujo en los cantos y las contestaciones de los fieles, en una misa en la cual estaban en el altar la Virgen de Loreto y dos imágenes con vestimentas de tela de Mama Antula y del beato cura José Gabriel Brochero. l