Peteco recordó el día que casi muere ahogado en el Caribe

La anécdota la sacó a la luz su hijo Homero, en un programa de TV. Peteco nunca la había contado para no causar sensacionalismo. Pero ayer, abrió su corazón a EL LIBERAL. La experiencia en México lo marcó profundamente. Creyó que se moría. Ahora los ahogos lo asustan.

Peteco Carabajal guarda una riqueza no sólo musical, sino también a nivel de las incontables vivencias protagonizadas a lo largo de sus 60 años. Una de ellas, quizás la más traumática, se remonta a México, hace 8 años, adonde viajó acompañado por Verónica, la madre de sus mellizos; y Homero, el hijo que tiene con Claudia Cárpena.

Allí, en las profundidades del mar, el folclorista santiagueño experimentó la cercanía con la muerte mientras buceaba. "Venir a morirme aquí, y no en mi Santiago como es mi deseo", recuerda que se decía a sí mismo, mientras luchaba por respirar. Ese día, Peteco no sabe si se durmió o si se desmayó, pero de lo que está seguro es que vio pasar, como en una película, los titulares del diario que hablaban de su muerte; y después, una fuerza interior lo impulsaba a escapar de ahí. Fue entonces cuando "despertó" de ese trance y comenzó a patalear para salir a flote.

Estaba a 18 metros de profundidad. Peteco se animó a contarlo en primera persona, aunque con un poco de vergüenza, porque cree que hay cosas más importantes de las cuales hablar. "Hace 8 años, más o menos, fuimos en ese viaje a México con Homero, y Vero, la mamá de los mellizos. Ellos aún no habían nacido, por eso creo que fue hace 8 años. Hemos andado por toda la Riviera Maya, Cancún, hasta que hemos ido a Cozumel, adonde va la mayoría de la gente a experimentar el buceo porque dicen que son las aguas más transparentes que hay, y que eso las hace ideales para bucear. Contratamos un servicio y hemos ido a bucear. Ha sido un día hermoso, y como ha sido tan lindo, hemos ido de vuelta. Pero la segunda vez fue a un lugar más alejado, al que llegamos en lancha", cuenta. Y continúa: "La primera vez, era en un lugar cerquita de la costa. La segunda, más mar adentro, en unos arrecifes. Paró la lancha. Había otros turistas. Éramos como diez personas, entre ellas Vero y Homero. El guía hablaba en inglés, pero como ya había ido el día anterior yo conocía hasta los mínimos detalles para entrar. Bajamos y habrán pasado quince minutos cuando comencé a sentirme raro".

-¿Qué pasó?

-Como era otra profundidad ya no veía tanto como el día anterior. Bucear realmente no es nada placentero. Lo placentero del buceo es cuando ves cosas, pero si andas sin ver nada y sólo observas sombras y algo celeste, se torna una tortura. Te duele la mandíbula, se te tapan los oídos, el agua está fría porque estás en la profundidad, se te endurece el estómago. Un montón de cosas que son incómodas para el cuerpo. Y como ya no había peces para mirar, yo me empecé a preocupar por lo que me estaba pasando. Ya no estaba disfrutando y todavía faltaban 15 minutos porque tenía un tanque de media hora. Entonces, yo ya sabía que me iba a pasar algo.

-¿Tenías ganas de salir?

-"Ya estaba con ganas de salir porque es como qué presentía que me iba a pasar algo o iba a hacer una macana. Y tal cual. No sé que he hecho, pero he tragado un poco de agua. Chau. Una vez que tragas un poco de agua abajo no hay posibilidades porque esa agua que tragas te ahoga y si quieres renovar la respiración ya no puedes porque estás ahogado.

-¿Y qué hacías?

-Apenas he tragado un poco de agua he tratado de alcanzarlo al instructor y con señas se ha dado cuenta de que estaba en dificultades y ha intentado ayudarme poniéndome el pico suplente, y otro poco más de agua… y después me ha puesto la boquilla de él...

-¿A todo esto que sentías vos?

-Yo lo dejaba al instructor que me ayudara, me ponía blandito para no interferir con lo que él hacía, y he entrado en una situación como de sueño, no sé si me he dormido o me he desvanecido, pero es como que he cerrado los ojos y de pronto he visto los titulares de los diarios… Se me ha cruzado por la mente "mirá adonde vengo a morir", será que tengo que morir aquí ahogado, pero como en un sueño, en un segundo.

-¿Veías titulares?

-Si veía "Peteco murió ahogado en el Caribe". Era como que me imaginaba lo que podía pasar si yo me moría ahí. Pero ha sido una ráfaga, un instante, como si hubiera quedado dormido y hubiera soñado esa situación. Inmediatamente reaccioné y me dije a mí mismo "tengo que salir". Entonces no he hecho más caso al instructor que me trataba de ayudar todavía y he comenzado a patalear para arriba, hasta que he sentido que tenía la cabeza afuera del agua.

-¿Qué pasó afuera del agua?

-Tenía completamente cerrados los pulmones, no podía respirar, hacía como alaridos, no podía hablar. En eso, salieron también el instructor y Homero, que sin que yo supiera me había ido empujando. En eso me ha venido como una arcada grande y se ha hecho lugar en los pulmones para poder tomar, al menos, una bocanada de aire, entonces no los quise preocupar y les he dicho que he tragado un poco de agua nada más. Me subí a la lancha y ellos volvieron a bajar a las profundidades porque había turistas todavía buceando.

-¿Qué pasó cuando te quedaste solo en la lancha?

-Me subí y he descargado toda la angustia, llorado, todo, con el que manejaba la lancha. Él de alguna manera me consoló porque me contaba que hace 50 años que trabajaba con las lanchas y que ni loco se metería a bucear, había visto cosas feas.

-¿Y la vuelta, cómo fue? ¿Te pasó el miedo?

-Cuando han vuelto todos, yo pensaba "por fin a casa". Hasta que la lancha se vuelve a detener a mitad de camino. Y el instructor se pone a hablar en inglés. No le entendía nada. Y agarra el equipo de buceo y me lo da de vuelta. Yo he agarrado el equipo y me he largado de nuevo al mar, con terror, pero no sé, a lo mejor, se puede deducir que no sé decir que "no". No lo he podido contradecir. Pero también se puede deducir que pese al miedo, me animo a todo. Si decía que no, quizás no me largaba nunca más a hacer este tipo de cosas.

-¿Y qué pasó esta segunda vez? ¿Fue mejor?

-He andado otros 15 minutos y he vuelto a sentir lo mismo. Pero esta vez, le he hecho seña al instructor que me iba para arriba, porque tienes que salir de a poquito. La primera vez, con la desesperación he salido de golpe, y ahí corres peligro de que se inflen las venas y se te puede reventar alguna arteria.

-¿Qué te pasa hoy cuando lo recuerdas?

-Lo que me pasa es que cuando me despierto por las noches ahogado, me asusto.

-¿Piensas en la muerte?

-Como todos, creo. Más ahora que ya estoy cerca de un posible final. No es que me obsesione o dramatice esa situación. Yo soy lógico en ese sentido. Tengo 60 años. Se podría decir que he pasado más de la mitad de mi vida. Mirando para adelante, ¿cuánto más puedo tener? Veinte años más. Estoy más cerca de esos 20, que de los 60 que he vivido.

-¿Entonces?

-No me obsesiono, pero sí sé por experiencia de mi familia, mi viejo ha fallecido a los 76, mis tíos, más o menos todos han andado por ahí, entre 60 y 70 y pico de años. A mí no me gustaría durar, por durar. Durar sin darme cuenta por qué estoy durando. Lo que sí siento es que tengo tiempo de hacer algo lindo para mí, importante, como construir mi propia casa en Santiago, ya que no la tengo. Siempre que hablo de mi casa en Santiago, me refiero a la casa de mis viejos, "el Quincho", en la Alberdi, o la casa paterna de los Carabajal, en Los Lagos.

-¿Es un sueño por cumplir, el de la casa propia?

-Sí. Es un paso que me falta dar.

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