Una escena de "El secreto de sus ojos", en las clases de Interpol
Un agente de Organización Internacional de Policía Criminal contó que en una capacitación mostraron la escena de la película de Campanella, en la que Francella y Darín van a buscar al sospechoso a un partido de Huracán y Racing.
"El nuevo agente siempre se pregunta cómo se busca a un fugitivo y para dar una respuesta a este interrogante, en Francia nos capacitaron mostrándonos un fragmento de El secreto de sus ojos. Conceptualmente, lo que nos tratan de explicar es que para buscar a un prófugo, uno de los objetivos a tener en cuenta es centrarse en sus pasiones porque el prófugo no las va a cambiar a pesar de su condición de fugitivo", explicó al diario Perfil una fuente de Interpol Argentina.
"Entonces, nosotros buceamos en los intereses de esas personas para atraparlas", agregó. Y a partir de allí surge este detalle bien particular, que entrelaza realidad y ficción, primero una, luego la otra, o viceversa. La cuestión es que esa fuente contó ese dato de color que seguramente le llenó el pecho de orgullo cuando pasó por las jornadas de capacitación que la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) dictó en Lyon, Francia.
"El secreto de sus ojos", la película de Juan José Campanella que se llevó el Oscar a la mejor película extanjera en 2010, con Ricardo Darín y Guillermo Francella en los papeles principales y el libro de Eduardo Sacheri como base de la historia. Allí, la pasión juega un papel determinante y ayuda a desatar el nudo de una enmarañada investigación.
Una de las mejores escenas de la película se despliega en las tribunas del Tomás Ducó, el estadio de Huracán. El inspector Espósito (Ricardo Darín) y su ayudante Sandoval (Guillermo Francella), se pasan un año persiguiendo a un sospechoso del que solo tienen doce cartas que escribió a su víctima. Las pistas son escasas. Excepto seis referencias a nombres propios sin aparente trascendencia: Oleniak, Anido, Mesías, Manfredini, Bavastro, Sánchez.
Sandoval, en una noche de bar, descubre con ayuda de un parroquiano que son jugadores del Racing de Avellaneda. El olfato de detective le abre una ventana de opciones para dar con el asesino. Y convoca a Espósito a un partido entre Huracán y Racing, tras la sospecha de la debilidad del prófugo: su pasión por la Academia.
Y aunque parezca pura ficción, el sospechoso está allí, en las tribunas y alentando a su equipo de toda la vida. Es real, aunque en ese momento parecía ficción. "El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión", reza el párrafo de ese fragmento de la película.
En el artículo de Perfil se detallan dos situaciones desentramadas por Interpol argentina, que está en el país desde 1962, en los que la pasión terminó por entregar al prófugo. Los casos de Miguel Chiarello y Thomas Drach.
Chiarello era buscado por el Juzgado Federal de La Rioja desde el 28 de abril de 2010, luego de que no se presentara a declarar al juicio que se llevaba en su contra por delitos de lesa humanidad. Orden de captura nacional e internacional, y recompensa de 100 mil pesos para quien brindase información. Interpol publicó una notificación roja con los datos del prófugo y comenzó a rastrearlo.
Un punto llamó la atención de los investigadores, que vieron en una foto el escudo que Chiarello tenía en una camisa. "Era fanático de la pesca. Se empezaron a rastrear todos los clubes de pesca del país para divisar ese escudo y se descubrió que había un torneo de esta modalidad en Necochea", recordaron fuentes del caso. A "Pantera Rosa", como se lo conocía, lo ubicaron luego de dos años. Fue detenido el 26 de mayo de 2012. "Perdí", fue lo primero que dijo.
Desde Alemania, salió el pedido de captura internacional para Thomas Drach, con una fuerte sospecha sobre su posible huída a Sudamérica. Drach había tenido secuestrado un mes a un empresario tabacalero y cobrado un rescate de 18 millones de dólares en 1996. Con ese dinero se dio a la fuga y cambió su identidad.
En Interpol descubrieron que se hacía llamar Anthony Lawloy. Drach era fanático de los Rolling Stones. Y como la banda se presentaba en River, los detectives entendieron que probablemente concurriera. Un grupo de agentes estaba listo para camuflarse entre los fanáticos, mientras que otros estaban apostados en las afueras del hotel Caesar Palace. Lo detuvieron antes del recital.
"Hay mucho trabajo detrás de cada captura. Los investigadores están atentos a descubrir si los prófugos cuentan con estas pasiones para poder rastrearlos, pero también se ponen en juego las pasiones de los mismos investigadores que se obsesionan y apasionan por detenerlos", explican desde el organismo. "Las pasiones son unas de esas pocas cosas que una persona no puede cambiar".
Fuente | clarin.com
"Entonces, nosotros buceamos en los intereses de esas personas para atraparlas", agregó. Y a partir de allí surge este detalle bien particular, que entrelaza realidad y ficción, primero una, luego la otra, o viceversa. La cuestión es que esa fuente contó ese dato de color que seguramente le llenó el pecho de orgullo cuando pasó por las jornadas de capacitación que la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) dictó en Lyon, Francia.
"El secreto de sus ojos", la película de Juan José Campanella que se llevó el Oscar a la mejor película extanjera en 2010, con Ricardo Darín y Guillermo Francella en los papeles principales y el libro de Eduardo Sacheri como base de la historia. Allí, la pasión juega un papel determinante y ayuda a desatar el nudo de una enmarañada investigación.
Una de las mejores escenas de la película se despliega en las tribunas del Tomás Ducó, el estadio de Huracán. El inspector Espósito (Ricardo Darín) y su ayudante Sandoval (Guillermo Francella), se pasan un año persiguiendo a un sospechoso del que solo tienen doce cartas que escribió a su víctima. Las pistas son escasas. Excepto seis referencias a nombres propios sin aparente trascendencia: Oleniak, Anido, Mesías, Manfredini, Bavastro, Sánchez.
Sandoval, en una noche de bar, descubre con ayuda de un parroquiano que son jugadores del Racing de Avellaneda. El olfato de detective le abre una ventana de opciones para dar con el asesino. Y convoca a Espósito a un partido entre Huracán y Racing, tras la sospecha de la debilidad del prófugo: su pasión por la Academia.
Y aunque parezca pura ficción, el sospechoso está allí, en las tribunas y alentando a su equipo de toda la vida. Es real, aunque en ese momento parecía ficción. "El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión", reza el párrafo de ese fragmento de la película.
En el artículo de Perfil se detallan dos situaciones desentramadas por Interpol argentina, que está en el país desde 1962, en los que la pasión terminó por entregar al prófugo. Los casos de Miguel Chiarello y Thomas Drach.
Chiarello era buscado por el Juzgado Federal de La Rioja desde el 28 de abril de 2010, luego de que no se presentara a declarar al juicio que se llevaba en su contra por delitos de lesa humanidad. Orden de captura nacional e internacional, y recompensa de 100 mil pesos para quien brindase información. Interpol publicó una notificación roja con los datos del prófugo y comenzó a rastrearlo.
Un punto llamó la atención de los investigadores, que vieron en una foto el escudo que Chiarello tenía en una camisa. "Era fanático de la pesca. Se empezaron a rastrear todos los clubes de pesca del país para divisar ese escudo y se descubrió que había un torneo de esta modalidad en Necochea", recordaron fuentes del caso. A "Pantera Rosa", como se lo conocía, lo ubicaron luego de dos años. Fue detenido el 26 de mayo de 2012. "Perdí", fue lo primero que dijo.
Desde Alemania, salió el pedido de captura internacional para Thomas Drach, con una fuerte sospecha sobre su posible huída a Sudamérica. Drach había tenido secuestrado un mes a un empresario tabacalero y cobrado un rescate de 18 millones de dólares en 1996. Con ese dinero se dio a la fuga y cambió su identidad.
En Interpol descubrieron que se hacía llamar Anthony Lawloy. Drach era fanático de los Rolling Stones. Y como la banda se presentaba en River, los detectives entendieron que probablemente concurriera. Un grupo de agentes estaba listo para camuflarse entre los fanáticos, mientras que otros estaban apostados en las afueras del hotel Caesar Palace. Lo detuvieron antes del recital.
"Hay mucho trabajo detrás de cada captura. Los investigadores están atentos a descubrir si los prófugos cuentan con estas pasiones para poder rastrearlos, pero también se ponen en juego las pasiones de los mismos investigadores que se obsesionan y apasionan por detenerlos", explican desde el organismo. "Las pasiones son unas de esas pocas cosas que una persona no puede cambiar".
Fuente | clarin.com