"Yo iba a ser uno de esos números de mujeres muertas"

Carmen: “Yo iba a ser uno de esos números de mujeres muertas, porque cuando morimos dejamos de ser Fabiana o Gladys, pasamos a ser una estadística, y no tenemos que convertirnos en números. Venía viendo las últimas muertes por violencia de género en Santiago y en el país, pero esta mañana (por el viernes), cuando vi el caso de la maestra jardinera, no pude más, me superó y me puse a llorar porque me hizo acordar a lo que me pasaba a mí”.
“La violencia era tanta en mi casa, que si mi marido no me mataba, yo lo iba a matar a él, porque llegó un momento, y me duele mucho decirlo, en que me pegaba tanto que agarré un cuchillo para defenderme, para que no me mate. Llegamos a pelear todos los días. Veían los chicos, los vecinos. Sientes vergüenza de eso. Y cuando iba a hacer la denuncia no me la tomaban. Sientes que nadie te ayuda”.
“Además, ¿qué futuro les dejamos a nuestras hijas? Yo tengo cinco hijos. Yo a las mías les enseño que jamás se dejen levantar la mano por ningún ser humano. Que se defiendan”.
“Después de venir a Revivir aprendí sobre los tipos de violencia. Me enseñaron que las exposiciones no sirven, hay que hacer denuncia y la Policía está obligada a tomarla. Aprendí a hablar con mi marido y a negociar con él. Hace como dos años fue que empecé a venir a las reuniones. Hoy las cosas cambiaron, mucho. Mi marido ya no me pega, él cambió un montón y seguimos juntos”.
“Aquí en Revivir nos escuchamos, lloramos juntas, nos acompañamos siempre, no nos abandonamos, nos ayudamos en todo. Revivir te puede cambiar la vida y la de tu familia”.
“El año pasado cuando se quiso hacer el malo de nuevo, le dije: ‘Pará, que ya no estoy más sola’, y se dio cuenta y se fue a dormir. Hoy puedo decir que superamos todo ese dolor. Que podemos salir de la mano a pasear y cuando ahora le dije que un periodista me estaba esperando para hacerme una entrevista y me demoraba para llegar a tiempo, me dio plata para que venga en remís y le dijo a mi hija: ‘Andá, acompañala a tu mamá’”.
“Hoy mis hijos no tienen más miedo. Antes vivían constantemente preocupados. No se juntaban con nadie, andaban solitos, entre ellos nomás; y cada vez que peleábamos salían corriendo de casa porque no sabían qué hacer. Hoy tienen sus amigos, en el colegio andan mejor, volvieron a ser felices, a jugar como niños que son, a vivir tranquilos porque sus padres no se van a matar. Es lo mejor que pudimos hacer por ellos”. l
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