Luego de 100 años, el Titanic sigue siendo insumergible
Decían que era “insumergible”, y 100 años después de desaparecer bajo las gélidas aguas del Atlántico, el Titanic lo sigue siendo, al menos en el cine, la televisión y las librerías.
El centenario del naufragio coincide con el estreno de la nueva versión en 3D de la película supertaquillera Titanic, dirigida por James Cameron en 1997, de una miniserie de televisión vendida en 86 países y con una avalancha de libros. “Pocos desastres despiertan tanta atención en nuestra época como el del Titanic, está también Pompeya, pero no muchos más”, dijo Julian Fellowes, autor de los cuatro episodios para la cadena de televisión ITV.
“Este transatlántico tiene todas las características de una sociedad demasiado segura de sí misma que iba hacia un violento choque”, agregó en el diario Daily Telegraph refiriéndose al inicio, dos años después, de la Primera Guerra Mundial.
Fellowes, creador de la exitosa Downtown Abbey, dice que siempre se sintió atraído por la historia del barco que se hundió el 15 de abril de 1912. Y no es el único, a la vista del número de libros publicados en Reino Unido.
Para quienes deseen imaginarse a bordo del lujoso transatlántico, la pequeña Guía del pasajero de John Blake, un ex oficial de la marina, instruye sobre todos los aspectos del barco, desde el paseo cubierto —una primicia— a los baños turcos, o el gimnasio, provisto de un caballo y un camello eléctricos.
El libro tiene infinidad de detalles, como el de que los gentlemen y las ladies tenían acceso a la piscina a horas diferentes, y que el billete de primera clase valdría hoy el equivalente de 64 mil libras (102 mil dólares).
Los que concibieron el Titanic pensaron en todo para que los pasajeros tuvieran una travesía agradable, excepto en los barcos salvavidas. La compañía naviera White Star Line había previsto inicialmente 64 botes para las 2 mil 200 personas que viajaban a bordo, pero su presidente, Bruce Ismay, decidió reducirlos a 16, más cuatro barcas inflables para ganar espacio.
Frances Wilson recuerda en su libro How to Survive the Titanic (Cómo sobrevivir al Titanic), que 16 eran más de lo requerido por la ley. Pero Ismay, que se las arregló para embarcar furtivamente en el bote número 14 y se salvó, pasó a la historia como el responsable del desastre. “Llevará para siempre la marca de Caín en su frente”, escribió entonces el diario alemán Frankfurter Zeitung, resumiendo la opinión general.
Los 20 botes del Titanic podrían haber auxiliado a mil 100 personas, alrededor de la mitad, pero como no los llenaron por miedo a que volcaran, sólo salvaron a 705. En su último libro, el historiador Richard Davenport-Hines describe una realidad más matizada que las luchas de clases que muestra la película de James Cameron, donde los pasajeros de tercera clase son sacrificados en beneficio de los de primera.
Entre las historias que cuenta en Titanic Lives (Vidas del Titanic) figura la del multimillonario Benjamin Guggenheim, que cedió su lugar en un bote a una mujer y se vistió de gala para la noche, resignado a morir como un caballero.
Las imágenes también son clave para entender la vida en el barco, especialmente las que tomó Frank Browne, un joven seminarista jesuita, que están recogidas en el libro Titanic in Photographs. Browne, un fotógrafo amateur, tomó instantáneas del barco y de sus pasajeros antes de desembarcar en Irlanda, última escala del barco antes del hundimiento.
“Este transatlántico tiene todas las características de una sociedad demasiado segura de sí misma que iba hacia un violento choque”, agregó en el diario Daily Telegraph refiriéndose al inicio, dos años después, de la Primera Guerra Mundial.
Fellowes, creador de la exitosa Downtown Abbey, dice que siempre se sintió atraído por la historia del barco que se hundió el 15 de abril de 1912. Y no es el único, a la vista del número de libros publicados en Reino Unido.
Para quienes deseen imaginarse a bordo del lujoso transatlántico, la pequeña Guía del pasajero de John Blake, un ex oficial de la marina, instruye sobre todos los aspectos del barco, desde el paseo cubierto —una primicia— a los baños turcos, o el gimnasio, provisto de un caballo y un camello eléctricos.
El libro tiene infinidad de detalles, como el de que los gentlemen y las ladies tenían acceso a la piscina a horas diferentes, y que el billete de primera clase valdría hoy el equivalente de 64 mil libras (102 mil dólares).
Los que concibieron el Titanic pensaron en todo para que los pasajeros tuvieran una travesía agradable, excepto en los barcos salvavidas. La compañía naviera White Star Line había previsto inicialmente 64 botes para las 2 mil 200 personas que viajaban a bordo, pero su presidente, Bruce Ismay, decidió reducirlos a 16, más cuatro barcas inflables para ganar espacio.
Frances Wilson recuerda en su libro How to Survive the Titanic (Cómo sobrevivir al Titanic), que 16 eran más de lo requerido por la ley. Pero Ismay, que se las arregló para embarcar furtivamente en el bote número 14 y se salvó, pasó a la historia como el responsable del desastre. “Llevará para siempre la marca de Caín en su frente”, escribió entonces el diario alemán Frankfurter Zeitung, resumiendo la opinión general.
Los 20 botes del Titanic podrían haber auxiliado a mil 100 personas, alrededor de la mitad, pero como no los llenaron por miedo a que volcaran, sólo salvaron a 705. En su último libro, el historiador Richard Davenport-Hines describe una realidad más matizada que las luchas de clases que muestra la película de James Cameron, donde los pasajeros de tercera clase son sacrificados en beneficio de los de primera.
Entre las historias que cuenta en Titanic Lives (Vidas del Titanic) figura la del multimillonario Benjamin Guggenheim, que cedió su lugar en un bote a una mujer y se vistió de gala para la noche, resignado a morir como un caballero.
Las imágenes también son clave para entender la vida en el barco, especialmente las que tomó Frank Browne, un joven seminarista jesuita, que están recogidas en el libro Titanic in Photographs. Browne, un fotógrafo amateur, tomó instantáneas del barco y de sus pasajeros antes de desembarcar en Irlanda, última escala del barco antes del hundimiento.